A veces esta columna se vuelve impertinentemente personal, no puedo evitarlo, al fin y al cabo soy persona, con defectos, virtudes, manías y otras personas que me rodean y conforman mi mundo.

Casualmente hoy las dos personas que revolotean entre mis teclas celebran su onomástica el mismo día, el 3 de Diciembre. De los dos he hablado alguna vez. Uno de ellos lleva mi misma sangre y el otro… lleva muchas cosas aunque ninguna mía. De los dos me siento especialmente orgullosa desde el sábado, tenga yo más o menos derecho a eso.

Tras mucho esfuerzo, muchos sacrificios de esos que incluso te tocan el bolsillo y te lo dejan temblón, mi hermano ha recibido una recompensa, una en forma de medalla de plata europea. En Konya, Turquía, su selección, su equipo, sus amigos o sus compañeros de armas, se han dejado la piel en una final a prueba de riesgos cardíacos y finalmente se traen una plata a casa. Haber tocado el oro con la punta de los dedos hace que sepas que es alcanzable, que solo hace falta un pequeño empujón más para que un sueño sea una realidad. Una vez me tocó narrar un «fracaso», una llantina en Dinamarca que no tenía consuelo y esta vez, afortunadamente, la historia es totalmente al contrario.

El otro ya demostró su sinceridad en estas páginas virtuales la pasada Cuaresma y luego demostró muchas cosas más en el escenario del Maestranza. En aquellos días previos al pregón ocurrió un incidente que si no fue desagradable al menos podría decirse que fue incómodo, no tanto para el pregonero como para quienes lo rodean y aprecian. Determinados Hermanos Mayores decidieron que no querían las entradas que el Consejo de Hermandades y Cofradías ponía a su disposición.

La vida da muchas vueltas en una ruleta cíclica e irónica, y en uno de estos giros resulta que las tornas cambian y uno de los que decidió no necesitar aquellas entradas será el encargado de pregonar la Semana Santa de 2014. Comenzaba diciendo que obviamente soy persona, y tras mi desconcierto inicial tuve ganas de remover los cimientos de esta ciudad hipócrita y cainita. Pero me equivocaba, mucho, muchísimo. Francis, que debería ser el verdadero agraviado de esta historia, deseaba al nuevo pregonero todo lo mejor, desechaba viejas polémicas y ofrecía su mano, o tal vez la otra mejilla. No sé si Berjano leyó aquél deseo, sinceramente casi ni me importa porque yo me quedo con la grandeza humilde de quien por suerte no es como sus detractores.

Y es que por cosas muy distintas, estoy muy orgullosa de estos Javieres.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...