A veces creemos que vivimos en una sociedad terrible y entonces puede ocurrir algo que nos sorprenda para bien y desmienta esa creencia. A veces creo que hay cosas que están superadas, que ya no son propias de este tiempo. Pero no es así.

Hace unas semanas, una compañera de clase expuso algo que me dejó extrañada pero que, al comprobar por mí misma, he visto que era tal y como ella decía. Teníamos que llevar a clase algún ejemplo de estereotipos sexistas que encontráramos en algún medio de comunicación o canal de información cotidiano.

Esta chica encontró que en una página web de una juguetería archiconocida, esa de la girafita cuyo nombre traducido sería algo del tipo ‘los juguetes somos nosotros’ o algo así, tienen un sistema de filtros para encontrar productos según edad, marca, precio o… si se trata de un niño o una niña.

Si se trata de los primeros, podrás encontrar coches de todo tipo, juguetes que imitan herramientas, construcciones y varios productos más que la empresa considera aptos para esos pequeños hombres. Por supuesto, las niñas disponen de una amplia gama de cocinitas, comiditas, cochecitos de bebé, muñecas e incluso fregonitas y cubitos, para que las pobres se vayan preparando para el mundo que les toca.

La cosa es que, además de filtrar por niño o niña, el servidor te da la opción de buscar por ‘ambos’, donde aparecen juguetes, digamos, neutros. Teniendo en cuenta que la web categoriza por edad, por precio y por la naturaleza del juguete como ‘muñecas’, ‘videojuegos’… ¿Es necesaria esa segregación machista?

Ya comenté en una columna de hace unos meses como yo misma disfrutaba de pequeña con juguetes mal atribuidos al sexo contrario, así que a estas alturas me parece patético todo esto.

Como tanta gente, he sentido la pérdida de Miliki, un payaso que forma parte de la infancia de varias generaciones en este país. En mi propia guardería, cuando solo tenía tres años, me enseñaron aquello de ‘Lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que planchar…’. Evidentemente, aunque pretendía ser una canción blanca e inocente, con los ojos y la mentalidad actual, era una burrada que educaba en el machismo. Pero como la grandeza no está en nacer perfectos sino en irse corrigiendo a lo largo de la vida, cuando Miliki sacó uno de sus últimos discos, admitió que el contenido de la canción no era procedente, y la reformuló adaptando su contenido de manera que hasta la feminista más radical claudicaría ante ella. Casi da pena al final de la canción ese marido que no ha podido hacer nada de lo que quería por atender otras tareas, pero claro, durante siglos las obligaciones de las mujeres les han impedido que ellas mismas se planteen que les apetecía hacer.

Las monedas nunca dejan de tener dos caras. Hoy una es la juguetería del momento con unos conceptos que, la cruz, el entrañable payaso nacido en Carmona, superó hace mucho tiempo. Vaya como despedida la última versión de la canción.

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Hasta siempre Miliki, tus niños de todas las edades te vamos a echar de menos.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...