No sé si alguna vez se han fijado en lo poco y mal que se vende la Iglesia Católica. Una vez que llegó la Democracia y con ella la elección libre de religión por parte de la ciudadanía, el rebaño comenzó a perder corderos. Y si los altos estamentos de la Iglesia tuvieran un poco de humildad y capacidad autocrítica reconocerían que no sólo no saben ‘pastorear’, sino que hay otras religiones que se venden infinitamente mejor, y eso que antropológicamente todas cumplen básicamente la misma función.

Dentro de todas las aristas que tiene el cristianismo, yo voy a detenerme en la más local, Sevilla, y es que la semana pasada me pusieron tan a propósito como si de Fernando VII se tratara un ejemplo de esto que comenzaba diciendo.

No quiero personalizar todo lo bueno o malo de la diócesis en Asenjo, ya que para bien o para mal éste no está sólo, por lo que prefiero emplear términos que envuelvan a la colectividad de prelados y cabezas pensantes, pero sí es cierto que todo lo que comentaré coincide con la llegada del nuevo arzobispo y la marcha de don Carlos Amigo, acusado en su momento de tener mucha manga ancha y extrañado mucho hoy día por gran número de los que lo criticaban.

Las cofradías han estado últimamente miradas con lupa, pues se ha cuestionado mucho su función dentro de la Iglesia o si simplemente eran peñas que sacaban pasitos con bandas de música. Se entró en una dinámica algo desagradable, en que  unos se ofendieron al sentirse cuestionados, otros porque se les acabó el chollo y otros porque vieron como a algunos se les seguía tratando con la manga ancha de antes mientras ellos se quedaban en casa.

En esto ha habido ejemplos para todo y todos, procesiones al Estadio Olímpico, aniversarios no celebrados y, por supuesto, la JMJ. Tras muchos tira y afloja y vuelve a tirar, parece que acabamos de llegar al punto en que, viendo que si no puedes vencerlos, únete, alguien ha pensado que lo suyo es aquello de café para todos, y con las mismas, la celebración del Año de la Fe está a caballo entre un Santo Entierro Magno, un Vía-Crucis raro y algunos actos más que muchos no logran entender del todo.

Pero los sevillanos tienen guasa para parar un tren, uno de alta velocidad si me apuran, y ahora resulta que muchos critican lo del Vía-Crucis mientras ponen velas para que su Cristo sea uno de los elegidos. Para mí lo más curioso ha sido ver a hermanos de Los Panaderos oponerse a la idea… “hay gente pa tó”.

Y, para colmo de males, ya se dice y se comenta que por San Gregorio algunos proponen que determinada imagen mariana participe en la procesión. A estas alturas es que estamos peor que antes de empezar, no hemos aprendido nada y hemos olvidado lo poco que sabíamos. Llegando a asumir que no es raro una dolorosa en un Vía-Crucis, pues nada oiga, si aquí todo lo que se haga una vez ya se convierte en tradición, tonto el último…

Sólo añadiré que me da muchísima pena que no todas las medidas populistas sean acogidas del mismo buen grado. Algún día me gustaría hacer un trabajo de investigación o incluso mi tesis sobre cómo contribuyó la Hermandad de Torreblanca al desarrollo del barrio. Por lo visto, un Vía-Crucis sencillo por las calles de éste molestaba mucho en el Arzobispado, al contrario que otros actos que, aunque bloquean arterias de la ciudad y tienen una legitimación cuestionable, podríamos decir aquello de que son daños colaterales lo que causan.

Pero bueno, como ahora lo que importa es agradar y celebrar uno de los pocos movimientos del catolicismo por acercarse a su rebaño como fue el Concilio Vaticano II, puede que el Cristo de esta hermandad sea uno de los convocados a la procesión de marras. Son curiosos los torpes intentos de pastoreo, pero más curioso es el carácter del cofrade sevillano, voluble y desconcertante hasta la médula.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...