El sociólogo Max Weber definía el Estado como aquél organismo que posee el monopolio del uso legítimo de la violencia sobre la población de un territorio concreto. Últimamente, esta afirmación del alemán parece más cierta que nunca, viendo los hechos ocurridos en estas semanas, y lo que te rondaré morena. Pero parece que al PP le pasa aquello de que montan un circo y les crecen los enanos.

No sólo hay que mirar al Gobierno nacional, que daría para mucho, pero podemos quedarnos en el local. Nuestro insigne alcalde, don Juan Ignacio Zoido, ha tenido que vallar la casa consistorial como si del mismísimo Congreso de los Diputados se tratara. Y es que, a nuestro magistrado y regidor se le sublevan sus empleados municipales y no con poca razón.

La cosa es que los indignados trabajadores piensan seguir al alcalde allá donde vaya, algo así como un cobrador del frac reivindicativo, porque cuando uno no cumple lo que promete, le pasa lo mismo que a la gente que no puede pagar lo que compra, aunque las medidas contra los segundos son más expeditivas que contra los primeros.

Lo más paradójico del asunto es que me jugaría cualquier cosa a que entre los manifestantes hay más de uno, de dos y de tres que votó a Juan Ignacio en su día. Y ojo, no censuro la actitud, son quizás los más legitimados para ir a pedirle cuentas al susodicho. Está muy mal eso de  tener descontenta a la mayoría votante, y más en el caso de Zoido, quien aseguraba que gobernaría tanto para aquellos que le habían votado como para todos los que no habíamos hecho tal cosa.

En los corrales de comedia de nuestro célebre Siglo de Oro, al fondo del patio donde se sentaba la plebe, se ponían los llamados ‘mosqueteros’, una clá que si gustaba de la obra y había recibido algún donativo de parte de la compañía o el autor, aplaudía con euforia que contagiaba al público, del mismo modo que si la obra o los actores no gustaban y, además, no habían recibido metal para la bolsa, abucheaban y pateaban hasta que el resto del público comenzaba a lanzar cosas al escenario. Parece que nuestro alcalde comienza a descontentar a sus mosqueteros y ése es un mal negocio.

Hacer a estas alturas un glosario de lo incumplido sería un trabajo muy arduo para mí, aunque creo que hay excelentes periodistas que están haciendo esa enrevesada labor. Baste decir que la pista de esquí de los Bermejales está muy, pero que muy lejos. Y, lo que es peor, que no cumplir lo prometido es no mantener lo que había, esa herencia recibida de la que tanto se quejaba y que va a lograr empobrecer este señor en un solo mandato.

En fin, para no hacer más mala sangre, disfruten lo que puedan de esta ciudad. Vayan a ver la nueva exposición de Murillo en los Venerables. Contemplarán obras que no deberíamos devolver a los gabachos que nos las robaron. Y tengan mucho cuidado con la zona azul, que nuestro querido Consistorio está consiguiendo que se reproduzca más rápido que las palomas.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...