Tener una columna de opinión es un pequeño lujo. Cada semana, la firmante de esto puede coger un folio en blanco- folio virtual claro- y decir con más o menos respeto y con menos o más ingenio lo que le place, ahorrando a algunos amigos y familiares un ratito de retahíla y quedándose a veces la mar de a gusto.

La cosa es que esta semana que se nos fue ha dado material para doce columnas o trece de extensión kilométrica, porque entre los mineros,  el IVA disparado,  la tijera de Mariano, la poca educación de Andreíta -no la que no se comía el pollo, sino la niña de Fabra-… También hemos tenido la sentencia del Tribunal Supremo al juez Serrano -un saludo a sus amiguitos que tan amables palabras me dedicaron en su momento-, y bueno, por tener tenemos hasta chistes sobre los agentes internacionales del INEM que vigilarán qué parados van a Portugal a comprar toallas y qué parados no.

La cosa, en realidad, no es para reírse, pero, ¿qué quieren que les diga? No puedo más. El 20N, cuando fui a votar ese lluvioso día, sabía que Rajoy ganaría, y sabía que nos tocaba pasar una etapa dura, más dura que la que ya veníamos padeciendo. Pero, sinceramente, no pensaba a qué absurdo extremo íbamos a llegar. Ahora no paro de echarle en cara a todos mis amigos que no votaron que dejen de quejarse, que yo al menos fui a elegir y ellos no. Bien mirado, de haber votado al PP, al menos, me habrían pedido perdón por todo esto, pero ni ese consuelo tengo.

Mi consuelo puede ser otro, porque yo, además de escribir aquí cada semana, además de ‘columnista’ si es que merezco el término, al menos etimológicamente, soy persona como supondrán. Persona con sus más y sus menos, sus alegrías y sus problemas, su familia y todo lo que eso implica.

Y hoy, en vez de hablarles de la influencia ‘keinesiana’ en los tecnócratas que nos gobiernan, en vez de insultar a la clase política o preguntarme una vez más si el Senado tiene alguna utilidad en España existiendo el Parlamento, en lugar incluso de hacer chistes sobre ‘el día que Juanqui decidió ir a trabajar y se pasó por el Consejo de Ministros’… en vez de todo eso, les voy a decir que, a pesar de todo lo malo que estamos viviendo, en este país nos sigue quedando lo más importante, grandes personas.

Tenemos terribles personas, claro está, pero no podemos ni debemos olvidarnos de las grandes personas. Por ejemplo, grandes profesionales que sienten verdadera vocación   por una profesión tan importante en nuestras vidas como es la medicina. Tenemos la suerte de contar con profesionales que no sólo investigan y se forman, sino que también se preocupan. Sienten preocupación por la situación que nos espera, los derechos y servicios que vamos a ver mermados, las consecuencias que todo esto puede acarrear a nuestra salud futura.

Podría personificar lo que digo en mucha gente, pero como dije, soy persona. Por una de esas circunstancias que conlleva el ser persona, me he cruzado en la vida con este hombre, al que no conozco mucho, pero al que estoy muy agradecida, y  aquí les dejo un enlace de un medio de su tierra natal para que puedan conocerlo algo ustedes también: http://laguiadepilas.blogspot.com.es/2012/06/entrevista-francisco-marquez-maraver.html

Como dice mi madre, ¡esto es un funcionario!  Y yo añadiría, un lujo contar con él en nuestra sanidad.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...