Recuerdo la mezcolanza de sentimientos y emociones la primera vez que voté, que fue la primera vez que voté en unas Generales, aquel 13 de marzo lluvioso y lejano ya en el tiempo.

Aquel día no voté con miedo, rencor u otro sentimiento similar. Muchos “medios”, por darles un nombre, dijeron que así había sido. Desde luego, ése no era mi caso. Voté convencida, esperanzada, le voté a usted, José Luís. Me dirijo a usted sabedora de que me lee; no a mí en particular, pero esta web lo merece todo. Como le iba diciendo, le voté a usted, y la alegría que sentí al verlo ganar fue menos exaltada que la de esos jovencitos españolísimos de la calle Génova, pero imagino que algún sentimiento parecido sería… Yo, como muchos, como muchísimos, veía en usted un ‘cambio’. Qué palabra tan polisémica ésta. Yo veía en usted igualdad, libertades, futuro, lógica. Cuánto ha llovido, cuantísimo. Cuántas buenas ideas en la teoría y la práctica, y cuántas buenas ideas que sólo lo fueron en la teoría.

Claro, mi querido José Luís. Había un tercer grupo de ideas que eran pésimas en un caso u otro. Estas últimas son las que le han llevado a usted a este bochornoso final, un final casi por la puerta de atrás, un final que, según dicen, acabó con bronca en la sede de Ferraz con el mismísimo Rubalcaba, momentos antes de que éste saliera al balcón con la dignidad que le quedaba. No sé si eso será verdad, a estas alturas poco me extrañaría cualquier cosa, pero créame, siento pena. Pensaba dedicarle otra despedida, más dura, más cargada de reproches, señalamiento de faltas, ya sabe, lo que todos saben, lo que todos le dicen.

Fíjese cuánto le habrán señalado todo esto que ese machaque ha conseguido que usted me dé realmente pena. Tal vez no lo merezca, pero una es más blanda de lo que parece. Usted tenía ilusión y ganas, maravillosas cualidades, sí señor. Usted quiso contentar a todos, cosa difícil. Usted quiso conciliar, dejar las cosas correr, y cuando quiso arreglarlo, sus chapuceras soluciones sólo le hundieron más. Y luego, lo dejaron sólo. Hasta sus medios de comunicación amigos o incluso sus compañeros de puño y rosa lo dejaron sólo. Acabó siendo el presidente que quitó el “cheque -bebé” en lugar de ser quien lo incorporó. Sus medidas impopulares no mejoraron un panorama desolador, y se vio rodeado de gente que decía que podía hacerlo mejor que usted, cosa que nunca sabremos si será cierta, porque ahora le queda a usted otro vapuleo, el de un nuevo gobierno que achaque todas sus incompetencias a la nefasta gestión anterior. Lo dicho, usted ha logrado darme pena, retirándose de mala manera, dejando a su partido descalabrado y con cierto sentimiento cainita.

Siempre me quedará la duda de si usted, al contrario que el Cid Campeador, habría sido un mejor amo teniendo a su alrededor mejores vasallos, pero eso es otra cosa que no sabremos. Quiso gobernar con una fórmula que en sí era ingobernable y toda esa esperanza de mi primer voto aquel 13 de marzo se clareó hasta quedarse transparente.

No sé si podrá ahora dedicarse a dar conferencias, o a quedarse en un consejo de alguna multinacional, hoy por hoy lo pongo en duda, desventajas de salir por la puerta de atrás… Sea como fuere, le deseo mejor suerte que la que ha tenido últimamente. Le va a hacer falta.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...