Soy repetitiva hasta el máximo, y parece que no me canso de decir que vivimos en el país de los extremos, donde las cosas solo pueden ser buenas o malas, pero es que es algo muy evidente, y así nos luce el pelo…

Es curioso el  extraño criterio del PP para convertir a determinados personajes en asesores, expertos, etc. Ya se demostró que no había sido buena idea en el caso del profesor Neira, y recientemente, en el caso del «ciudadano Cortés”, como gusta de llamarse ahora, ha resultado más desastroso aún. Y ojo, no me refiero a los últimos hechos acaecidos, que también, más bien es que desde un primer momento me pareció una medida populista y absurda, incluso injusta para otros miembros del partido porque, ¿no hay entre las filas peperas gente formada en derecho y leyes como para asesorar al partido en esta materia? Este señor  había sufrido un desgraciado hecho que le había llevado a emprender su particular cruzada contra el sistema judicial, del mismo modo y manera que servidora sufrió un accidente leve de moto, y eso automáticamente imagino que podría convertirme en asesora para la DGT o algo así.

Se podía estar más o menos de acuerdo con Juan José Cortés, pero no podía negarse que hablaba con tranquilidad y relativa coherencia, admirable teniendo en cuenta el momento que vivía. Pero sinceramente, a mí se me fueron por el desagüe los buenos conceptos que podía tener de este señor cuando lo vi comparecer hace unos días para dar su versión de lo ocurrido; cosa que por cierto no me quedó claro si hizo, sin contar con que la prensa, que tanto lo ayudó en su momento, no tuvo derecho a preguntar nada, sólo la opción de aguantar un discurso politizado y vacío que resultó de todo menos creíble. Tengo curiosidad, como frívola que soy a veces, de saber quién es el asesor de imagen del ciudadano Cortés, el cual ha operado el cambio del sempiterno jersey blanco con el que aparecía en los medios en tiempos a la inmaculada camisa de Ralph Lauren del otro día.

Siempre se mostró pacífico, y la sociedad parecía compadecerle a la vez que admirarle, estábamos en el extremo bueno. Nadie se atrevió a señalar que a pesar de que lo que le ocurrió a su hija era una desgracia y que la justicia había fallado, los padres también tenían parte de culpa permitiendo que una niña tan pequeña permaneciera sola en la calle. Sólo recuerdo que el juez Calatayud señalara el hecho, y no recibió parabienes por aquello. Ahora hemos cruzado al extremo opuesto, estamos en lo malo. Ahora en los comentarios de los diarios digitales se leen ataques, incluso alusiones étnicas al señor Cortés. La gente que firmó en masa las propuestas de este hombre se siente defraudada, y tampoco se les puede culpar. El “humilde padre de Mariluz” parece haberse convertido en un ególatra que se considera un reformista de la justicia española, y en recriminaciones al PP, que aún no sabe qué hacer con él, ha dicho que no sería el primer imputado que va en las listas del partido; vamos, que el hombre va con el cuchillo entre los dientes. Será verdad que el poder corrompe a todo el mundo, por humilde que parezca.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...