Decía Pérez-Reverte en la boca de su personaje Íñigo Balboa, que desde siempre, en esta España nuestra, nos ha gustado contar como desayuna el vecino… Añadir que en base a eso, nos gusta meterlo en un saco u otro, no es  decir nada nuevo.

Y en esta tierra de blanco o negro, derecha o izquierda, religioso o ateo, nació la cuestión de Taurinos y Antitaurinos.  Es una pena que todo sea tan limitado, y que en esas etiquetas no pueda haber blanco, negro y gris.  O tal vez sería cuestión de definir muy afinadamente que es el blanco y el negro.  Yo, ya lo dije una vez, podría considerarme taurina, pues, me gustan los toros. Ahora bien, soy algo limitada. Me gustan las corridas de toros, en las que incluyo novilladas o rejones, pero nada más.  Nunca me han llamado la atención los encierros, me parece que el animal llega demasiado toreado a la plaza tras ese trasiego… Fiestas como “El toro embolao” directamente no me atraen, y lo de Tordesillas sólo tiene el nombre de salvajada.

A mí me gusta el toreo porque es un arte, y como tal, reúne los elementos artísticos para que lo sea; pero “El toro de la Vega”… No sé, puedo entender que es una tradición, como tantas tradiciones cruentas que han existido a lo largo de la historia, y puedo imaginar que mucha gente no me entenderá, incluso los antitaurinos que no comprendan mi argumento, ya que para ellos todo se limita a lo mismo.  Pero tras ver durante todo el día noticias al respecto, tras haberlas visto los últimos veranos, cada vez lo entiendo menos y mi repulsa crece más y más.  Ese acto medieval no puede compararse para mí a una faena de Manzanares, la dignidad de un toro en la arena está a años luz del espectáculo de Tordesillas; aunque lo dicho, entiendo que los antitaurinos  pensarán que tengo una visión muy sesgada del asunto.

Lo más increíble de todo bajo mi punto de vista, es que  esta “celebración”  sea declarada Patrimonio Inmaterial de la Villa.  Esta medida propuesta por el PP y secundada por el PSOE, asegura la perpetuidad de la celebración. Claro está, habría que hilar muy fino en cuanto a legislación de festejos taurinos, aunque en Cataluña tenemos el perfecto ejemplo incoherente, donde se prohibieron las corridas de toros, pero no otras fiestas como sus “bou embolat”, “bous al carrer”  y “bous capllaçats”, festejos que    bajo mi punto de vista, también deberían considerarse maltrato animal, lo que me hace pensar que los llamados antitaurinos también parecen tener sesgos en lo que defienden. Pero esto es España, y Cataluña también lo es, y en este país todo el mundo se la coge con papel de fumar.

Me viene a la mente mi admirado Manolo Molés, que tan a menudo  reivindica que en este país a todo el mundo le gustan los toros, pero ningún político se pringa en defenderlos, cosa que curiosamente sí hacen en  Francia. Y ahora resulta que  el PP propone blindar esa cruenta celebración, y el PSOE se lanza a secundarlo… así nos va, con la máxima de Groucho Marx tan célebre de “Estos son mis principios, y si no le gustan… tranquilo, tengo otros”.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...