A menos de dos semanas de las elecciones autonómicas, ya se ha escuchado de todo. Ya se sabe quién va a ganar. Incluso, lo que pasaría después del 22M. Entonces uno llega a pensar, ¿para qué votamos?

Este año afrontaremos nada más y nada menos que tres procesos electorales. El primero, en menos de 15 días. Lo asombroso de las elecciones en el mundo occidental es que hemos llegado a un punto tal de desarrollo que incluso sin celebrase, ya sabemos quién va a ganar. Las encuestas han llegado a nivel tal de precisión que son capaces de predecir el comportamiento de la masa electoral, el de los políticos después de las votaciones y, en unos años, ya sabremos hasta lo que votaremos a cuatro años vista. Asombroso.

El mundo de las encuestas está ligado, en muchos casos, al mundo de los medios. Conocer el mundo mediático -de los medios de comunicación me refiero- desde dentro asombra. Fascina, es como desembarcar en Hollywood y estar cautivado por los flashes y las luces de la noche. El problema es que rápidamente se hace de día y observas con toda nitidez las miserias más profundas del ser humano. En estas elecciones al Parlamento andaluz, venimos observando cómo las encuestas, -casi todas, para qué nos vamos a engañar- apuntan a que el PSOE ganará.

Sin mayoría absoluta, pero ganará. El PP, por efecto del desprestigio nacional, caerá, pero será la segunda fuerza. Podemos, entra como tercera fuerza. Izquierda Unida, se descalabra y, aquí viene la madre del Cordero, Ciudadanos, entra e incluso supera a IU en el Parlamento andaluz.

Aquí está. Esto es lo que llevamos escuchando meses y lo que seguiremos escuchando hasta el día de las elecciones. Y claro, el ser humano tiene un problema. Cuando escuchas muchas veces lo mismo, acabas creyéndotelo. Y es más que probable que este sea el escenario que nos encontremos el 22M, después de pasar por las urnas.

Pero más allá de la ciencia de la estadística y la probabilidad, no podemos dejar pasar la cocina de las encuestas. Aunque por la similitud de las encuestas en las elecciones andaluzas, podemos hablar de encuestas pre-cocinadas. Similares, y con un claro objetivo: mantener un sistema, aniquilar un enemigo político e impulsar un partido que borre al enemigo. En plata: sustentar al PSOE-PP; erradicar al radical e incontrolado Podemos e impulsar al otro partido ‘renovador’, moderado y controlado, Ciudadanos.

Cuando hablo de las miserias de los mass media, me refiero a esto. Afortunadamente, poseemos la libertad para depositar el voto, una libertad que ha costado sangre y guerras y por la que debemos estar increíblemente orgullosos, pero no podemos estar ajenos a que nuestro comportamiento está muy condicionado por todo lo que vemos, oímos y leemos. Y eso, lo preparan, cocinan y sirven los medios de comunicación.

Cuando conocemos informaciones como que Moncloa está «felicitando» a las direcciones de los conglomerados empresariales por la campaña de desprestigio de Podemos, o cuando esos mismos medios en sus sondeos -pagados por ellos, y quien paga manda- reflejan un crecimiento extraordinariamente ilógico y artificial del partido ‘competidor’ de Podemos, Ciuadanos, es cuando tienes que parar, ser consciente de la situación y compartirla con los demás.

Porque, aunque estemos en un estado de Derecho, los derechos (de libertad, información y libertad de opinión) ya no se reprimen sino se controlan desde las ideas y los pensamientos. Después está todas las ristra de teorías e informaciones sobre el voto útil y las tendencias de voto. ¿Imagináis qué sería de las elecciones sin encuestas de voto? Convencido estoy de que los resultados serían radicalmente diferentes a lo que sucede actualmente.

Por eso, cuando presumimos de democracia y libertad, debemos estar orgullosos del sistema de garantías conseguido pero hay que dejar el chovinismo a un lado y ser conscientes de cómo se preparan las elecciones. Porque si no, uno llega a pensar, «si todo está hecho, ¿para qué votamos?». Precisamente ese hastío y esa abstención (que no son casuales) es lo que hay que combatir en las urnas. Ortega y Gasset ya advertía del peligro de la «democracia de pensamiento». Democratizar la política nos hace más justos, democratizar el pensamiento nos hace más manipulables y vulnerables.

Nació en Sevilla y pronto supo que lo suyo sería la comunicación. Es licenciado en Periodismo en la Universidad de Sevilla y Máster en Marketing Digital por la Universidad de Málaga. Especialista...