Cuando algo sale bien, o al menos lo parece, todos se dan bofetadas por llevarse el mérito. Pero cuando las malas decisiones dejan arrumbado un proyecto, la culpa siempre es de otro. Como ejemplo, el Estadio de La Cartuja.

Estos días se cumplen 15 años de la puesta en marcha del Estadio de la Cartuja – por entonces olímpico- con motivo de los Mundiales de Atletismo de 1999 que la ciudad acogió y que, hasta la fecha, ha sido el mayor evento deportivo que ha vivido, no sólo Sevilla, sino Andalucía.

Desde entonces mucho han cambiado las cosas. Y no hablo de crisis. También de cambios políticos, tecnologías, economías o mentalidades. Por encima de todo, para entender el porqué de que hoy Sevilla tenga dos equipos grandes, y tres grandes estadios, hay que pensar en el proyecto de ciudad de hace dos décadas. Hagamos memoria.

Tras la puesta en escena de España en 1992, con dos grandes focos –los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal-, la Sevilla de la gran fiesta mundial se sumía en una depresión no sólo económica, sino de autoestima. La ciudad, que siglos atrás había capitaneado el comercio con el Nuevo Mundo había albergado uno de los mayores eventos a los que podía aspirar, y como lunes de resaca: ¿ahora qué?

En ese contexto, surge la idea –y supongo que casi por necesidad, como a Barcelona- de hacer algo más para tratar de mantener empleo y ánimo. La capital catalana y la andaluza se intercambiaron papeles: Barcelona inventó una suerte de Expo que nadie llegó muy bien a entender con el Forum, y Sevilla se lanzó, con poco fondo, a la carrera olímpica.

Es en ese contexto, y tras un primer revés como candidata para 2004, cuando Sevilla continuó firme en la que pensaba, podía ser un impulso más a una ciudad que, tras la Expo del 92, estaba preparada para seguir su crecimiento. Finalmente Madrid se cruzó con poco estilo y al resto de la historia ya la sabemos.

Es en este momento y después de nombrarse a Sevilla sede de los Mundiales de Atletismo del 99, cuando lo que hoy se puede ver como una locura, entonces era una ilusión que necesitaba de una inversión lógica para tamaña competición.

Tanto era así, que el propio Ayuntamiento de Sevilla, bajo la Alcaldía de Alejandro Rojas-Marcos (PA), asume que la ciudad debe continuar aspirando a permanecer en ese selecto club de ciudades mundiales. Sin embargo, fue en 1997, ya con Soledad Becerril (PP) en la Alcaldía, cuando comienzan las obras de la infraestructura, con el reto de culminar los trabajos en dos años.

De hecho, de no haber acogido Sevilla los Mundiales de Atletismo de 1999, el estadio jamás se habría construido, según reconoció el propio responsable de coordinar las obras y posterior concejal andalucista, Rafael Carmona, ahora diputado por el PP en el Parlamento andaluz.

De hecho, todas las administraciones públicas pusieron de su parte para levantarlo: Junta y Estado (PSOE y PP por entonces) pusieron la mayor parte. El resto fue obra del Ayuntamiento (PP-PA) y la Diputación (PSOE). Incluso los dos grandes equipos asumieron el 3% de las acciones de la sociedad que lo gestiona desde entonces. Hace quince años, el Estadio de La Cartuja era inaugurado por un orgulloso nuevo alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, que estrenaba cargo. En aquel momento probablemente fuesen muy pocos los que propusieron rechazar aquellos mundiales. Pero el tiempo pasa, claro.

Década y media después, y ya equilibrada la balanza económica, el estadio sigue pidiendo una mayor rentabilización. Eso sí, sin él, ni Sevilla hubiese tenido Mundiales de Atletismo, ni Copas del Rey, ni finales de la UEFA, ni una importante ristra de conciertos de nivel que han dejado publicidad y dinero. Entonces ¿mala inversión o mala impulso posterior?

Ni el Ayuntamiento, ni la Junta han mostrado el mínimo interés de dotar al estadio de un calendario deportivo fijo, ya sea de nivel o de base. Tampoco la mejora de los accesos o de las comunicaciones de manera eficaz han dejado entrever una apuesta firme por potenciar esta gran infraestructura. El estadio sigue adelante con sus propios recursos del alquiler de sus espacios y de la organización de algunos eventos de pequeña o mediana entidad. Desde luego la voluntad política por apostar por el deporte y la promoción en esta infraestructura brilla por su ausencia entre los dueños del Estadio, las administraciones públicas.

Sea como fuere, ahí seguirá cada día junto al viaducto del Alamillo esperando sumar valor a la ciudad mientras que cuando pasamos, unos vemos el sueño que Sevilla no logró y otros una infraestructura por la que no tienen voluntad alguna de apostar.

Licenciado en Periodismo y Máster en Sociedad, Administración y Política, puso en marcha el 'Proyecto Deguadaíra', germen de Sevilla Actualidad. Ha pasado por El Correo de Andalucía, Radio Sevilla-Cadena...