Se me abren las carnes al analizar los más de 400.000 euros que gasta el Ayuntamiento de Sevilla en adornar con luces y otros elementos las calles de la ciudad cuando llega la fiesta del consumismo, las Navidades, o como dirían los más rancios del lugar, las Pascuas.

Dicen los comerciantes que la decoración de las calles ayuda a revitalizar sus negocios porque “la gente consume más”. Que iluso soy, creí que la gente consumía más con trabajo y dinero en el bolsillo. Pero claro, esto es Sevilla, a la que le gusta más la parafernalia y el ornato que a Antonio Burgos un seise comiendo yemas de San Leandro en la puerta del Lagarto de la Catedral. Son tan bonitas las luces de Juaninnasio que ni el tranvía pudo resistirse a su encanto y se le subió el chisme (el Pantógrafo) cuando pasaba por la Avenida.

Tampoco es cuestión de dejar la ciudad sin un adorno, pero en las circunstancias actuales no estaría nada mal moderar gastos y las “doscientas” luces por metro cuadrado de la Avenida reducirlas un poco; igual que las familias con problemas económicos reducen sus gastos más prescindibles.

O quizás es que economía del Ayuntamiento está saneada y yo no me he enterado.

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