El Sevilla lo intentó de todas las maneras/sevillafc

El conjunto de Manolo Jiménez tuvo ocasiones para encarrilar un partido del que debió llevarse los tres puntos. El dominio blanquirrojo no fue suficiente para dar el golpe sobre la mesa ante, guste o no, un rival directo: el Deportivo de la Coruña.

Sara Domínguez. Por eso no se pueden hacer partidos desastrosos ni permitirse una remontada a 2-0 como la de la semana pasada en el Bernabéu, que todavía duele. No se puede porque cuando se cuenta con dominio y con ocasiones, las cosas pueden atascarse y se pueden ir puntos, como ha pasado en esta jornada.

Los de Jiménez empezaron bien, moviendo y recuperando balones, dejando escasa fluidez a un Depor, que, eso sí, parecía ordenado. El 1-0 lo puso Fazio en el minuto 20, después de que otro argentino, Diego Perotti, sacase una falta que el defensa remató a las redes de Aranzubia. Como viene siendo habitual, duró poco la alegría sevillista, y es que el dominio de los de Nervión no impidió al Depor crear una buena jugada cuatro minutos después, en la que Guardado centra muy bien a Adrián para que este profane la portería de Andrés Palop.

Era el 1-1. A partir de ahí, el partido estuvo cargado de intensidad, por las buenas salidas del Deportivo a la contra y, sobre todo, por el manejo sevillista, que seguía sin encontrar los huecos. El miedo, de todas formas, parecía estar en el cuerpo de los gallegos, o eso hizo pensar su meta Aranzubia cuando, poco antes del descanso, impide que un carrerón de Navas acabe en mayores sacando sus guantes fuera del área.

Así, por lo menos lo vio el Sánchez Pizjuán, que se caía de indignación viendo como la opinión que gritaba no era compartida ni por el linier ni por el árbitro. No hubo roja ni expulsión, sino, encima, amarilla a Perotti por protestar.

Con tal enfado terminaba la primera mitad y comenzaba la segunda. En ella, el Sevilla la intentó de todos los colores, aunque bien es cierto que algo pasa ahí arriba. Negredo, una vez más, no apareció, y tampoco su compañero Kanouté. Marcaba Navas las diferencias, si bien todas sus incursiones eran bloqueadas por los jugadores del Deportivo, que traían bien aprendido lo de que, en un momento, te la lía el de Los Palacios.

El «Duende» caracoleaba y centraba al área, mientras sus compañeros no lograban empujar el balón al fondo de las mallas. Se falló todo lo que se podía fallar, y así se llegó al final del partido, pudiendo sumar solo un puntito en casa, otra vez. Este año, el Sánchez Pizjuán, más que un fortín es una ganga: quien viene, se lleva algo seguro sin mucho despeine. Más vale ahora, eso sí, olvidar los últimos encuentros y centrarse en el CSKA.

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