Es inevitable. Hay ocasiones en las que la vida te pone un desafío. Un reto mayúsculo, que posiblemente no puedas superar.

Es difícil ponerse en la piel de un rival del Sevilla en la UEFA Europa League –sagrada competición que debería cambiar su nombre por las iniciales del club de Nervión–. Solo hay que recordar la mirada de resignación que lanzó Alexander Frei –mítico delantero suizo– cuando sacó el rival del FC Basilea en los octavos de final. Porque la bola que lleva el nombre del Sevilla Fútbol Club en los sorteos se hace con una masa especial. Una masa peleona a base de respeto, admiración y temor.

Si yo fuera seguidor del Basilea, me estarían temblando las canillas desde hace días. “Podemos pasar”, pensarán esperanzados. Sí, podrán. Podrán si el conjunto dirigido por Unai Emery saca su peor versión. Ese rostro amoratado a base de derechazos, ganchos y directos, que muestra cada vez que pasea el escudo lejos de las inexpugnables paredes del Sánchez-Pizjuán. Porque cuando se aleja de su rincón protector, es otro. Un equipo sin alma, sin garra. Que ni siquiera llega a ser el fantasma del que tan solo tres días atrás fue.

“Sevilla, una vez más, llévame a otra final. Juntos lo vamos a lograr”

Pero no. No podrán pasar si el Sevilla agarra el mando del partido y es lo que es, un señor equipo, con un señor entrenador y con un sevillismo que le arropa a cada pasito que da. En Europa somos admirados por lo que fuimos, por lo que hacemos y por lo que somos capaces de hacer. Que nadie lo dude. El jueves a las 19:00 horas juega el tetracampeón de la UEFA Europa League. El de las grandes citas. El que no juega finales, las gana.

“Sevilla, una vez más, llévame a otra final. Juntos lo vamos a lograr”. Así ruge la bombonera de Nervión. Las miradas de cada fiel sevillista inyectan ánimos de deseo cuando se posan en las camisetas de sus jugadores con el sello de la UEFA. Es la competición fetiche. Un amor incondicional, que fluye en ambas direcciones. UEFA y Sevilla. Sevilla y UEFA. Una pasión desbocada a la que ni uno ni otro quieren darle la espalda. Sí, Unai lo sabe. Son 21 los jugadores que se lleva a Basilea. Da igual qué once ponga. Cada jugador de este club sabe lo que tiene que hacer. ¡Ni un paso atrás! Mirada al frente. Sin titubear. Sin miedos. Solo una palabra tatuada en la piel: victoria.

Es inevitable. Ciertamente, hay ocasiones en las que la vida te pone un desafío. Un reto mayúsculo que el Sevilla debe superar sí o sí. El jueves se juega mucho más que un partido. Es la ida de unos octavos de final de la UEFA Europa League. No, aquí no valen las declaraciones en zona mixta agachando la cabeza. No, aquí solo vale ganar. Solo vale demostrar de una vez por todas que se puede ganar fuera de casa en Europa durante la presente temporada. No hay excusas que puedan taponar las ansias de triunfo visitante. Da igual el estadio. Da igual la ciudad. El Sevilla sabe que está ante una oportunidad fantástica para coronarse de nuevo como absoluto dominador de una competición europea. Ante el Basilea, una vez más, llega el inexorable paso del campeón. Abran las compuertas del St. Jakob Park y dejen que la historia haga su trabajo.

Una crónica del equipo de @Sevillismo