final tiblisi

Si hay que hablar de magia, lo que ha sucedido este martes en el Dinamo Tiflis Arena es lo más parecido a lo sobrenatural que se ha presenciado en Georgia. El ‘Dicen que nunca se rinde’ se ha convertido en la plegaria más efectiva para la afición blanquirroja que vio cómo su equipo se repuso a un 4-1 en contra.

Un partido de contrastes, lleno de sobresaltos y, ante todo, imprevisible. 120 minutos, un marcador con nueve goles y casi otra épica sevillista. No pudo ser, pero en las entrañas de los sevillistas no aguarda ningún tipo de decepción. El orgullo de los de Nervión se ha visto reforzado a pesar de presenciar cómo los de Luis Enrique levantan la Supercopa que, años atrás, el propio Sevilla le arrebató.

Y eso que la primera mitad del encuentro no fue nada halagüeño para las ambiciones sevillistas. A pesar de adelantarse a los tres minutos con una falta directa de Banega, los hombres de Emery vieron cómo en cuestión de un instante el Barcelona le dio la vuelta al partido en un santiamén. El nombre propio, sin duda, de la noche fue el de Lionel Messi. El argentino derrochó fútbol por los cuatro costados y dejó desarmado a un Sevilla que se mostró completamente perdido y a merced de su rival.

Los de Luis Enrique supieron aprovechar bien las debilidades de su contricante, el centro del campo y la portería. La ausencia de Krychowiak en el mediocentro hizo del Sevilla un equipo débil una vez superada la primera línea de presión. No fue difícil para los catalanes llegar y besar el santo. La inseguridad y lentitud de Beto tampoco ayudó demasiado a sus compañeros que veían cómo, una y otra vez, ninguna de sus jugadas llegaban a buen puerto mostrando grandes errores en la estrategia ofensiva.

Con este panorama el intermedio llegó para alivio de los sevillistas que perdían ya 3-1. En la reanudación las sensaciones no mejoraron ya que en el minuto 52, Luis Suárez ampliaba aún más las distancias en el marcador. Pero cuando todo parecía perdido, José Antonio Reyes tiró de casta para mantener un halo de esperanza al que poder aferrarse. El utrerano estuvo muy activo e inspirado por fases, inspiración que le hizo marcar el 4-2 al filo del cuarto de hora, a pase de Vitolo. 

Así, poco a poco el Sevilla empezó a creer en sí mismo y sacó fuerza de dónde no había con la ayuda de Reyes, Krohn-Dehli y el potencial de Mariano Ferreira, que entró al campo a diez minutos del final de los 90 minutos reglamentarios. El brasileño fue un puñal por la banda derecha en ese tiempo, así como en la prórroga. Lateral de mucha profundidad y buena técnica, sacó buenos centros y desarboló al Barça por ese costado. Con mucha velocidad y desborde, cumplió su cometido a la perfección durante los 40 minutos que estuvo sobre el césped.

El sobreesfuerzo sevillista se materializó en resultados gracias a un penalti provocado por Mathieu en el 72 que Gameiro supo materializar. 4-3 y las ambiciones blanquirrojas, paliadas en la primera parte, resurgieron con más fuerza que nunca. El cambio del francés por Inmobile fue providencial, el italiano no tardó en escaparse de Bartra, y se sacó de la chistera un pase de gol que no desaprovechó Konoplyanka para poner el increíble empate a cuatro a ocho minutos del final.

La prórroga llegó y las ansias sevillistas no se aplacaron, Luis Enrique dio entrada a Pedro en un intento de corregir el desbarajuste, cambio que cambiaría el destino de la final. Precisamente, fue Pedro el que reapareció a tiempo para marcar de manera oportunista después de que Beto hiciera una fenomenal parada ante un duro disparo de Messi.

La Supercopa de Europa viajará a Barcelona pero el orgullo, sin duda, se queda bien asentado en Sevilla porque ella nunca se rinde.

 

Licenciada en Periodismo por la US. Sus primeros pasos fueron como reportera y locutora para los informativos locales. En prensa escrita sus informaciones se han seguido en Estadio Deportivo y en ElDeporteFemenino.com....