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Justo un año después de que se coronara en Turín, el Sevilla FC tiene de nuevo la posibilidad de hacer historia en Italia otro 14 de mayo.

Esta vez el equipo de Unai Emery se la juega en Florencia y pelea por una final, una nueva final, la séptima europea en tan sólo nueve años. El actual es sin duda el panorama soñado por el sevillismo hace doce meses, cuando se lograba la primera gran gesta lograda en territorio italiano, porque el Sevilla trae un 3-0 favorable en la ida y está a un paso de consumar otra página de grandeza.

Pero a Varsovia, como dijo la víspera el presidente José Castro, se va por Florencia. La renta que lleva el Sevilla es para afrontar el choque con confianza y optimismo, pero no asegura nada, porque en unas semifinales europeas si no se compite al máximo nivel cualquiera se puede llevar un susto. El Sevilla, no obstante, tiene la receta para salir airoso del Artemio Franchi. No hay más que seguir el guión de lo que se hizo en Mönchengladbach o San Petersburgo.

El rival atacará con todo, empujará agitado por un público entregado, pero si el Sevilla aguanta sin acularse y sobre todo no renuncia a los contraataques, tarde o temprano le hará daño a una Fiorentina que en su ímpetu por lograr la hazaña de la remontada dejará espacios muy aprovechables. Es lo que le ocurrió al Borussia o al propio Zenit, cuando el equipo parecía contra las cuerdas. Ése es el camino a seguir, siempre con la debida cautela de no meterse demasiado atrás y dedicarse sólo a aguantar la renta, porque ya se vio en Mestalla la pasada campaña que optar por ese plan es asumir demasiados riesgos, algo que sin duda puede costar caro.