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El Sevilla comenzó mandando, pero concedió un penalti cuando mejor estaba y luego una contra mortal que puso el partido cuesta arriba.

Aún así, el equipo no se vino abajo y dispuso de dos penaltis consecutivos. Bacca marcó el primero, pero Diego Alves le ganó la partida en el segundo, en la que fue la acción clave de un choque en el que el equipo jamás capituló

El Sevilla cayó en Mestalla con las botas puestas, que es lo mínimo, aunque no lo suficiente para puntuar en un escenario y ante un rival de tanta dificultad. Lo cierto es que los nervionenses no fueron inferiores al Valencia ni tampoco le perdieron la cara a un encuentro que casi nunca les sonrió. Pero cuando el viento sopló a favor no supieron aprovechar el momento, todo lo contrario que un Valencia que fue todo contundencia en una noche en la que le salió casi todo rodado. Ésa es la síntesis de un choque en el que hubo actitud y aptitud, pero faltó solvencia, precisamente una de las mejores cualidades del equipo en esta temporada.

La historia del encuentro, sobre todo de la primera parte, es rocambolesca. Con la primera media hora cumplida el Sevilla perdía 2-0. El marcador invitaba a pensar que el Valencia le estaba dando un repaso a su rival, pero nada más lejos de la realidad. Era el Sevilla quien llevaba el peso del partido, quien encimaba de verdad a su contrario y quien, salvo en los primeros compases con una ocasión muy clara que no culminó Rodrigo, creaba de verdad peligro. Pero al Valencia le bastó con dos fogonazos para poner el choque casi inalcanzable. Primero aprovechando un penalti de Diogo sobre Negredo, que transformó Parejo. Y después con una contra inconcedible, que venía de una falta peligrosa favorable al Sevilla, que culminó Parejo de nuevo. El castigo era más que severo desproporcionado, pero el Sevilla no se achicó ante las desfavorbales circunstancias y dio la talla con creces, tanto que incluso pudo empatar antes del descanso. Primero Parejo, que tenía una amarilla, fue objeto de penalti, aunque el colegiado no sacó la lógica amarilla al capitán valencianista, algo difícil de entender. Bacca marcó desde los once metros y el encuentro tomó otro color. El Sevilla se soltó definitivamente, sobre todo Deulofeu, que era quien más lo intentaba. Una genial jugada iniciada por el catalán y prolongada por un soberbio taconazo atrás de Bacca acabó en un nuevo penalti, esta vez sobre Vitolo. Ahí estaba el empate, pero en esta ocasión Diego Alves se impuso a Bacca. Sin duda en esa acción se decidió la suerte, muy mala en el bando sevillista, del partido.

El encuentro, no obstante, llegaba muy vivo al descanso, con toda una segunda parte por delante. El Sevilla seguía llevando el peso del encuentro, pero una vez más, cuando el encuentro parecía estar bien enfilado, el Valencia se mostró implacable ante una mala salida de los nervionenses, que tras un despeje de Beto interceptado por los valencianistas se replegaron tarde y se vieron sobrepasados por la rápida transición de los hombres de Nuno, que culminó Javo Fuego llegando desde la segunda línea. El tercero del Valencia desató unos minutos de verdadera convulsión. El Sevilla lo pasó mal y Beto, con una parada a contra mano salvó el cuarto. Pero el equipo se rehízo, una vez más, y de nuevo fue a por el partido, aunque ya estaba muy complicado. Ésa es la mejor lectura que deja el partido de Mestalla, que por más duros que fueran los palos, el Sevilla se levantaba y seguía compitiendo con encomiable carácter. Pero no fue suficiente con la firmeza. Se llegaba bien y mucho a las inmediaciones de Diego Alves, aunque faltaba precisión en el último pase. Pese a ello ocasiones había, sobre todo gracias a un Deulofeu sin límites, que no cejaba en el empeño. Salieron Denis y Gameiro y entre ambos se fabricaron una acción de gol clarísima, que el gallego finalizó con un remate que se fue por muy poco.

Había empeño, pero no pegada, aunque eso no desanimó nunca a un Sevilla que hasta el último instante buscó con amor propio un gol que le metiera en el partido, incluso jugando prácticamente con diez, porque Krychowiak, un ejemplo de compromiso, acabó el choque visiblemente lesionado, e incluso salvando un gol, con tal de no dejar al equipo con uno menos. No siempre, sin embargo, es cuestión de fe y espíritu, que esta noche hubo de sobra, porque el acierto cuenta tanto o más, y en eso el Valencia fue muy superior. La solvencia, ésa que tanto ha lucido el Sevilla en lo que va de campeonato, es lo que le faltó a un equipo que cayó con la cabeza alta.