BILBAO9

El Sevilla salió con fuerza, pero se llevó un temprenero revés, con una volea sensacional de Aduritz, que envalentonó al Athletic. En la reanudación encerró a los vascos y lo intentó de todas las maneras, pero no tuvo la pericia suficiente para desbaratar a la aguerrida defensa local.

El Sevilla FC fue víctima de uno de tantos encuentros que se ven en San Mamés.  Perdió sin ser peor que el Athletic en un choque en el que pudo pasar de todo, pero en el que al final pasó muy poco. Fue un partido  físico y rudo que se llevó el que dio el primer golpe. El equipo lo intentó, de hecho saltó al campo con buena predisposición, buscando al Athletic y creándole peligro, con una ocasión muy clara que Bacca no llegó a remachar por poco. Pero los vascos resistieron, marcaron un gol tempranero y a partir de ahí afilaron los colmillos para defender con todo su exígua renta. Emery movió bien y rápido el banquillo, el Sevilla encerró en la segunda mitad a los locales, con un permanente acoso y derribo que sin embargo no se tradujo en ocasiones, porque el Athletic realizó un gran trabajo defensivo y trabó el juego al máximo, y porque en esos momentos clave donde el acierto es cuestión de centímetros y segundos el Sevilla no tuvo el temple y la fortuna necesaria para desbaratar el entramado de los vizcaínos. Poco que reprochar en un choque en el que hubo mucha voluntad, pero muy poca eficacia.

El sentido de la justicia en el fútbol se limita para lo bueno y lo malo a lo que se registra en el marcador final. Poco que decir por tanto ante la victoria de los vascos, porque el Athetic trabajó con denuedo su triunfo, pero tan cierto es eso como que el Sevilla no jugó para perder. Si San Mamés hubiera sido un cuadrilátero, a los puntos, tal vez el encuentro se hubiera saldado con un empate, pues la realidad es que el Athletic logró mucho con muy poco, aunque lo hizo sabiendo manejar con inteligencia los momentos, llevando el choque a esos límites del llamado otro fútbol donde tanto se liman la diferencia de calidad que pueda haber entre los contrincantes. En sí, el partido fue cuestión de momentos. El Sevilla salió como hay que salir en San Mamés, sin titubéos, a morder. Y pudo haber tenido premio si un servicio magnífico de Vidal hubiera sido rematado por Bacca cuando Gorka ya estaba batido. Ahí pudo haber estado el encuentro. Pocos minutos después llegó el gol del Athletic, con una magnífica ejecución de una falta que machacó con un certero remate Aduritz. Minuto 12 y todo cambia. El Sevilla pasa por una fase de turbulencias, el Athletic se asienta y el partido se vuelve trabado, con muchas interrupciones, muy bien orientado por los locales a sus intereses.

En el descanso Unai da el giro necesario para que el Sevilla se rearme y vuelva a tomar el control del choque. Saltan Banega y Gameiro al campo por Mbia y Vitolo. El equipo se adueña de la posesión y la perseverancia para hacer daño al Athletic, pero esos pequeños detalles que te conducen al gol no aparecen. Demasiadas precipitaciones en ataque y anticipaciones de los vascos atrás. Pero la voluntad es tal que el Sevilla encierra al Athletic y lo acongoja a base de saques de esquina y faltas en las que, sin embargo, no es capaz de mostrar sus virtudes desde la pizarra. Aspas por Bacca a quince minutos del final fue el último movimiento de Unai para darle la vuelta a la adversa situación. Sin embargo, al gallego le pasó lo mismo que al resto de sus compañeros: olfateó varios balones de verdadero peligro pero no pudo ponerse de gol, porque en ese momento fundamental el cuero le daba la espalda.

El Sevilla, en suma, fue un quiero y no puedo. Eso sí, fue un quiero con argumentos, aunque sobrepasado por la fortaleza de un Athletic al que le salió todo desde que se puso por delante en el marcador. Hasta el mismo descuento, el equipo de Unai combinó con paciencia y buscó la igualada con cabeza, con Denis Suárez fajándose y buscando sorprender entre líneas. Pero cuando no había un fuera de juego el control se iba demasiado largo o el rechace iba para el defensa en vez de para el delantero. No era la mañana del acierto, aunque sí lo fue de la actitud, que es lo que nunca debe faltar para estar arriba, independientemente de que unos dias haya más o menos eficacia. Y no faltó, eso es lo mejor que se puede sacar de una derrota de un signo totalmente diferente a la cosechada en el Calderón.