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Empate que reparte méritos en un choque en el que pudo pasar de todo, con un Sevilla que comenzó y terminó mejor que el Standard, pero que por momentos se vio superado, mostrándose Beto providencial.

El Sevilla se lleva un punto del Maurice Dufrasne, que es lo que realmente mereció, porque si bien dispuso de buenas ocasiones para marcar, también las tuvo el Standard. El choque pudo caer para cualquier lado, por eso las tablas en cierta medida hacen justicia a lo que se vio en el terreno de juego. Ambos equipos protagonizaron un partido repleto de vaivenes, con alternativas continuas, pero sin una superioridad clara en ningún bando.

El Sevilla fue guadianesco, salió bien, acaparando la pelota y buscando con mucha determinación la puerta de Thuram. Pero el Standard resistió el buen arranque de los nervionenses y se vino arriba de la mano de un soberbio Mpoku, que catapultó a los suyos, apareciendo en esos instantes turbios Krychowiak, los centrales Arribas y Carriço, y sobre todo Beto. Cuando peor lo pasaban los hispalenses, tras una salida en tromba de los locales en la reanudación, Gameiro apareció en varias ocasiones y metió el miedo en el cuerpo al Standard. Con Bacca y Denis en el campo el equipo dio un paso más y llegaron ocasiones clarísimas. No era el día del colombiano, que las tuvo y muy buenas. Y al final hubo que decir gracias porque en la última jugada del choque Krychowiak sacó bajo de palos lo que hubiera sido el gol de la victoria del Standard.

Más que el empate, lo que desentona en el marcador a tenor de los visto en el césped es el 0-0 final, porque hubo oportunidades de sobra para que no hubiera sido así. Sin embargo, fue más el día de los porteros que el de los atacantes, sobre todo, en clave sevillista, el de Beto y no el de Gameiro y Bacca. Con un once híbrido, en el que Unai combinó habituales con jugadores que han tenido menos oportunidades, entre los que destacaba el debutante Arribas, e Iborra jugando en la mediapunta, el Sevilla saltó al campo con voluntad de tener la pelota y darle buen uso, siempre mirando hacia arriba. Banega tomó el timón sin complejos y sobre todo volcando con mucho criterio el juego por la derecha, con Diogo y Vidal muy incisivos. Vidal, Reyes y Krichowyak tuvieron su oportunidad, pero no había precisión en el remate y si la había aparecía Thuram, muy avispado. El Standard comenzó timorato, flácido, titubeante en exceso. Pero al conservarse entero ante el fuerte inicio del Sevilla, comenzó a creer en sus posibilidades, sobre todo a través de Mpoku, que comenzó una verdadera exhibición. El último cuarto de hora de la primera mitad fue un acoso y derribo de los belgas y sólo la templanza de Beto impidió irse perdiendo al descanso.

El Standard salió con el mismo ardor en la reanudación, con un juego muy emocional, contagiado de su público. Arribas y Carriço mantuvieron bien el pulso y sobre todo Beto continuó dando seguridad cuando más lo necesitaban los suyos. Mboku y Fatuh tuvieron el primero, pero casi instantáneamente respondió el Sevilla con una salida rápida en la que Gameiro tuvo en su testa el gol. Esa jugada metió el miedo en el cuerpo al Standard, que echó el freno temeroso de ser pillado a la contra por los andaluces. El choque se equilibró más y Gameiro, que aunque no la tocaba siempre transmitía peligro, inició y culminó una jugada que acabó con un disparo mordido estrellándose en el palo de Thuram, tras desviarlo ligeramente Diogo. El partido estaba en un pañuelo y cualquiera de los dos equipos se lo podía llevar. Unai movió ficha rápido, sacando a Bacca y Denis por Gameiro y Reyes.

El gallego, aunque escorado a la izquierda, se unió a Banega en la zona ancha y el Sevilla ganó más enteros. De ahí al final el partido fue suyo, sobre todo de Bacca, que tuvo tres o cuatro situaciones de gol muy claras, principalmente un remate en el área chica que mandó arriba tras controlar mal en primera instancia. Deulofeu saltó al campo por Vidal, con el fin de darle una nueva vía de ingenio al ataque. El Standard miró el reloj y optó por proteger el punto que con todo merecimiento tenía en la buchaca. Y lo hizo bien, hasta el punto de que las dos últimas gran ocasiones del partido fueron suyas, con un remate de Teixeira que Krychowiak sacó en la línea de gol, y al bote del córner con un disparo de Trebel que Vinicius fue incapaz de rematar con Beto ya batido. Fue el último episodio de un partido voluble en el que pudo pasar de todo y al final pasó demasiado poco.