El equipo de Unai no tuvo la frescura suficiente en ataque para desbaratar el entramado de la Sampdoria. Un penalti y expulsión de Luismi puso el triunfo de cara a los italianos.
No podrá revalidar el Sevilla su título de campeón del Carranza, tras caer en un mal partido ante una Sampdoria que pese a no disponer de la pelota se encontró con el triunfo de cara al poco de la reanudación, cuando Luismi se fue a la calle tras cometer penalti a Okaka y ser expulsado por Melero López, cuya actuación arbitral fue excesivamente expeditiva con los nervionenses. Eder no perdonó desde los once metros y el partido se puso demasiado cuesta arriba para un Sevilla que aunque llevó el peso del juego no supo traducir su dominio en peligro, pues de hecho sólo inquietó a Dacosta a balón parado. Lo difícil se convirtió en imposible cuando a 19 del final Gabbiadini conectó un remate imposible para Barbosa, quedando visto para sentencia un partido en el que el Sevilla fue más espeso que otra cosa.
A la hora de analizar lo que ocurrió en el Ramón de Carranza hay que tener en cuenta, como atenuante, la expulsión de Luismi, porque jugar con 10 a estas alturas de la temporada, cuando las piernas todavía no están a tope, siempre es significativo. Sin embargo, eso no quita que cuando hubo igualdad numérica e incluso con uno menos, el Sevilla no supo sacar partido de su dominio del juego, que fue suyo sobre todo en el primer acto. Emery probó con Diogo en la izquierda y sacó un once híbrido, con un poco de todo. El equipo dejó cosas interesantes en los primeros 45 minutos, presionando muy arriba, seguro atrás, triangulando con frecuencia y con un Juan Muñoz que arriba finalizaba como buenamente podía todo lo que le llegaba, que a decir verdad no fue mucho, porque el toque y la combinación generalmente quedaba en nada.