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El Sevilla FC logró el pasado domingo un meritorio empate en el Vicente Calderón, algo que, en lo que llevamos de liga, solo había logrado el FC Barcelona. Los andaluces tiraron de casta y coraje, pelearon hasta el final y le arrebataron el liderato al Atlético de Madrid.

Muchas cosas han cambiado en la entidad nervionense desde aquella victoria en Cornellá ante el Espanyol el pasado 10 de noviembre de 2013, que puso fin a una nefasta racha de 13 meses sin conocer la victoria fuera del Sánchez Pizjuán. Tanto es así que, desde entonces, los pupilos de Unai Emery no han vuelto a morder el polvo como visitante, y se han colocado como el quinto mejor equipo a domicilio de la Primera División. Números que invitan al optimismo, más aún siendo conscientes de la dificultad que supone vencer en El Madrigal y puntuar en el feudo colchonero.

El partido exigió lo que todos esperaban: tensión, lucha y fortaleza, tanto física como mental. El cuadro visitante supo contrarrestar los peligros atléticos a base de sacrificio defensivo y de un inteligente planteamiento en la segunda mitad, donde la entrada del francés Kevin Gameiro en detrimento de Nico Pareja supuso una clara declaración de intenciones, que obligó a los de Diego Simeone a no arriesgar.

El Sevilla actuó como un auténtico bloque en el césped del Calderón, pese al acomplejado inicio, los de Emery supieron reponerse al tanto rival y agobiaron poco a poco a sus contrincantes hasta anotar el tanto del empate, obra de Ivan Rakitic desde los once metros. Mucho ha tenido que ver el croata en esta metamorfosis del Sevilla FC. Está demostrando por qué luce el brazalete de capitán. Ha tomado las riendas del equipo y, a base de goles y buen juego, se ha metido a la afición en el bolsillo.

Tras el empate esperaban algo más de 20 interminables minutos de sufrimiento, tocaba defender. Fue entonces donde se reflejó el duro trabajo que el cuerpo técnico lleva realizando desde hace tiempo en las tareas defensivas –el punto débil- y que solo ha podido ver la luz en el momento en el que se han encadenado buenos resultados, porque sin ellos, no hay confianza, y sin confianza se antoja más que complicada la tarea de puntuar en uno de los feudos malditos para el sevillismo.

El técnico vasco del Sevilla transmitió la idea, desde un primer momento, de que un equipo, por más armas que tenga de mediocampo en adelante, no es fiable sin una zaga sólida y segura. Hasta el momento, y lejos de aquellos mimbres de los que gozó Nervión en tiempos pretéritos, está consiguiendo una fiabilidad defensiva que bien puede valer una clasificación europea allá por el mes de mayo.

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