Levante-Sevilla

La enésima derrota sevillista lejos del Sánchez Pizjuán supone una nueva dosis de resignación ante un problema al que parece imposible poner coto.

La distancia entre el modelo local y el visitante es excesivamente notoria, lo cual no conduce directamente a explicar los motivos de esta terrible metamorfosis que deja al Sevilla en tierra de nadie.

A simple vista, la diferencia es clara. Desde la llegada de Emery, las cinco victorias locales, contrastan con las cuatros derrotas y el único empate como visitante. El balance del Sánchez Pizjuán es sencillamente espectacular. Con 16 goles a favor y sólo 3 en contra, no hay vía posible para mejorar el balance. La portentosa efectividad subsana los errores de una zaga, que en menor medida, no dejan de sucederse, algo que también se compensa con un mayor volumen de agresividad.

Lejos del Pizjuán, la brillantez de resultados, aunque no necesariamente de juego, se disipa para dibujar unos pobres registros. 10 goles encajados y sólo 4 a favor conforman un pobre balance marcado por la dificultad realizadora, la apatía coral y sobre todo, las enormes grietas defensivas que rompen la progresión del equipo, sea cual sea su estado.

Si restamos los cuatro goles recibidos en el Santiago Bernabéu, una cifra asumible ante el Real Madrid, el balance no parece tan desalentador para un equipo visitante, con una diferencia negativa de dos goles. Lo que sí parece un problema son los desmesurados réditos que el rival acostumbra a sacar sin necesidad de mostrar superioridad en el juego.

Unido a la escasa secuencia de ocasiones de las que el Sevilla suele disfrutar (no en el partido ante el Levante), se origina un cóctel perfecto para derribar todas las aspiraciones de los de Emery en este final de Liga, que aun así todavía puede enmendar.

Asumiendo la dificultad para profundizar en ataque, de lo que también adolece en algunos duelos en casa, la solución pasa por minimizar los errores en defensa. Caminar hacia la consolidación un bloque compacto, difícil de penetrar, en el que no quepan fisuras que echen todo el trabajo por tierra en pocos segundos.

Es así como el Sevilla debe rentabilizar sus bajos registros goleadores como visitante, aprender a ganar por la mínima, sufriendo, lejos de las goleadas locales. Quedan pocos partidos pero aun queda tiempo para encontrar esa vía directa hacia la optimización de los resultados para enganchar definitivamente las posiciones europeas.

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