No es ningún secreto que cualquier éxito en la competición doméstica debe cimentarse en la fortaleza como local, una dinámica que siempre debe compensarse con cierto equilibrio como visitante.
El Sevilla cumple a rajatabla la primera parte de este precepto. 28 puntos de 39 posibles han convertido al Ramón Sánchez Pizjuán en el fortín deseado donde, además de la igualada obtenida por el Levante, sólo han conseguido ganar el Barcelona, con muchísimas dificultades y polémica arbitral incluida, junto a Valladolid y Málaga, justo durante la peor racha de resultados de Míchel.
En cambio, su seguridad como local contrasta con las paupérrimas prestaciones que ofrece como visitante. Sólo 7 puntos de un total de 42 posibles hacen inútiles cualquier esfuerzo de los sevillistas en casa, viendo frenada su progresión una y otra vez con nuevas derrotas que hacen justicia a los escasos méritos que sus jugadores esbozan sobre el campo. Sin ganar desde la quinta jornada ante el Deportivo y sumando cuatro empates ante Granada, Rayo, Español y Getafe son el tercer peor visitante, sólo por detrás de Deportivo y Celta, último y antepenúltimo clasificado de esta Liga.
Esta fobia a los desplazamientos es la que sitúa al Sevilla en una incómoda duodécima plaza, a siete puntos de la séptima plaza, que, casi con total seguridad, dará derecho a jugar en Europa. No obstante, nada está perdido, ya que si los nervionenses consiguen en lo que queda de temporada cierto equilibrio entre sus dos polos opuestos, obtendrían una suma de puntos significativa que los metería de lleno en la pelea por viajar a Europa, objetivo ineludible de este Sevilla de contrastes.