sevilla-rayo-liga-oficial

El Sevilla doblegó al Rayo a base de una voluntad encomiable que tapó las carencias físicas que mostró el equipo, acusando el enorme esfuerzo del jueves en Copa.

Definitivamente el viento ha cambiado y ahora sopla a favor. El Sevilla tenía este domingo una patata caliente entre manos, un partido inoportuno, por el nivel del rival, que esta campaña está siendo una de las agradables sorpresas de Primera, y por el momento, porque el colosal esfuerzo del jueves en el Calderón mermaba inevitablemente las posibilidades nervionenses. El Sevilla con Emery ha ganado un punto de firmeza que, de la mano de los resultados, le hace imponerse a sus contrarios incluso cuando el día tal vez no es el apropiado, sobre todo en casa. Emery fue muy claro cuando tomó las riendas del equipo. La prioridad era hacer del Sánchez Pizjuán un vivero de puntos y a partir de ahí, con lo que se rasque fuera, avanzar en la tabla. Y da la sensación que la idea del técnico vasco va cuajando.

El Sevilla llegó al partido de este domingo muy justito de gasolina y sin hacer gran cosa se metió en el bolsillo un partido vital para seguir escalando posiciones. La primera parte fue por momentos soporífera, difícil de digerir, porque los locales no encontraban fluidez y el Rayo, que tenía la pelota, dándole buen uso, no metía la quinta marcha, lo que no impidió que, hasta en dos ocasiones, sobre todo con un remate potentísimo de Trashorras, Beto se luciera y arrancara los aplausos del respetable. Sin embargo, el que las tuvo más claras, pese a su intermitencia, fue el Sevilla, más concretamente Negredo. El madrileño se puso de gol ante Rubén hasta en tres ocasiones y en ninguna de ellas fue capaz de poner el marcador en suerte.

Parecía que el choque se iba al descanso con un justo empate a cero, pero el Rayo, en una confusa acción defensiva, regaló un balón de oro a Rakitic, con Rubén adelantado, que el croata no desperdició, disparando a puerta vacía desde lejos con la suficiente destreza para que el portero y los defensas adelantados no pudieran interponerse en el vuelo del cuero. El 1-0 era un botín generoso para el Sevilla, que se sintió ganador desde entonces, incluso cuando en la reanudación el equipo comenzó a sufrir físicamente, sosteniéndose apenas en el ímpetu y lucha de hombres como Medel o Negredo y la clarividencia de Rakitic. Incluso también cuando Fernando Navarro cometió penalti y el Chori Domínguez transformó desde los 11 metros el empate o cuando, poco más tarde, Cicinho tenía que pedir el cambio, ocupando su puesto Coke.

Lo lógico ante ese panorama cada vez más feo, era pensar que el Rayo, fresco y con un fútbol desenvuelto, de toque rápido y ágil, se acabara llevando el choque. Pero el Sevilla, que vivió de impulsos de orgullo y de la indiscutible calidad de sus hombres de arriba, se inventó la jugada de la tarde y puso punto y final a un choque que tuvo la historia que los locales quisieron que tuviera. La jugada la inició Coke, que buscó a Navas en la derecha. Al palaciego lo achucharon tres contrarios, pero ello no impidió que viera el hueco para habilitar a Coke, que metió la directa hacia el área y la colocó en línea de fuego, donde Negredo se redimió de todo lo errado en el primer acto, sacando a relucir su tacón para poner con elegancia el 2-1.

Quedaban más de 25 minutos, mucho tiempo tal vez para un equipo falto de energía, pero la victoria nunca peligró. Con el marcador a favor el Sevilla supo jugar bien sus cartas, imponiendo pausa cuando había que hacerlo e incluso pudiendo marcar, sobre todo con un remate de Rakitic a placer, que sacó Rubén con una gran intervención. El Rayo lo intentó, pero nunca supo imponerse al cuadro de Emery, que compensaba las escasas fuerzas con su solidez mental, muy bien posicionado, sin conceder más terreno del necesario a los rayistas. Maduro y Manu saltaron al campo por Kondogbia y Reyes para dar aire al equipo, que en el tramo final se quedó sin Rakitic por doble amarilla, víctima del incomprensible criterio arbitral de Muñiz Ferández –el colegiado que expulsó a Reyes en Cornellá por sacar una falta cuando él había pitado-.

Con 10 el Sevilla se mostró igual que con 11, con aplomo, con mucho oficio, con la bandera del triunfo en sus manos. Era un partido, por el brutal desempeño del jueves, en el que ganar era lo único que importaba y el cómo era totalmente secundario… Eso a veces cuesta asimilarlo cuando se juega en casa, porque la grada pide siempre más, pero el Sevilla supo entender muy bien lo que requería la circunstancia con la personalidad necesaria para no arrugarse. No se adornó, recurrió al pelotazo cuantas veces hizo falta, no quiso ser más de lo que sus fuerzas le permitían ser. Y ganó, que es lo que tenía que hacer, con ese sello pragmático y resolutivo que tan bien ha estampado Emery a un conjunto que cada día que pasa da más la sensación de saber lo que se hace. Sobre todo en casa, que es donde se tiene que poner el cemento para que las ilusiones tomen altura.

Crónica facilitada por el Sevilla FC

www.SevillaActualidad.com