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El Atlético golpeó primero, pero el Sevilla reaccionó e incluso pudo sentenciar la eliminatoria, aunque finalmente los colchoneros dieron el último golpe. Nervión tendrá la última palabra.

Abusando del topicazo, se podría decir que el Atlético de Madrid es un equipo que además de con el cuchillo entre los dientes, sale con un hacha y una afilada espada en cada mano. Esa agresividad a la que tanto apela Emery la dominan al dedillo los hombres de Simeone, que sin embargo, lejos de ser una horda forman un escuadrón bien adiestrado que presiona de memoria, con una fiereza y eficacia que explica su privilegiada posición en Liga.

Seguramente por todo esto Unai Emery prefirió prescindir de Reyes en la izquierda y jugar con cuatro mediocentros, consciente de que la batalla se iba a librar en apenas 40 metros, en la zona ancha, donde había que disponer de las máximas piernas posibles. Y no se equivocó el técnico vasco, porque en los primeros 35 minutos el partido fue un cuerpo a cuerpo brutal ente ambos equipos, un desafío viril, una áspera lucha por cada metro, con más cargas y entradas que toques de balón, pese a que fueran los de Nervión los que resultaban castigados con las tarjetas –Spahic y Maduro- mientras que Miranda y su codazo a Negredo y las enésimas provocaciones de Diego Costa, un futbolista tan interesante como alborotador, eran obviadas por Ayza Gámez.

Aún así, el partido era férreo, pero honesto, con los locales apretando más, y el Sevilla tomando aire con un sacrificado Negredo, que bajaba a la divisoria para dar aire a sus compañeros fajaba con quien hiciera falta, y un inspirado Kondogbia, que cosía la pelota a su bota. Entre tanta imprecisión y un ritmo de juego agotador incluso a los espectadores, apareció un pequeño bajón del Sevilla en el tramo final del primer acto. El Atlético de Madrid, con la prolífica asociación de Arda Turan y Adrián, sobre todo a la contra, tuvo varias oportunidades muy claras, una del propio Adrián y otra de Diego Costa, que tras ser habilitado por Gabi definió demasiado cruzado ante Beto, que poco antes le había sacado un disparo peligrosísimo a Coke. El portugués se mostró en todo momento más que confiado.   

En la reanudación el partido era una incógnita, porque estaba por ver si el frenético ritmo del partido iba a seguir mucho tiempo más. Navas lo intentó con un disparo lejano nada más arrancar, pero Courtois respondió bien. En la siguiente jugada llegó la primera desgracia. En la enésima lucha entre Spahic, que estaba cuajando un enorme partido, y Diego Costa, el bosnio cae dentro del área y arrastra consigo el balón con la mano. El árbitro pita penalti y echa al central hispalense. Diego Costa engaña a Beto y el choque de estar aparentemente controlado se pone cuesta arriba.   

Lo primero que hace Emery es sacar a Botía por Maduro, que tenía amarilla y en un desafortunado lance podía dejar al equipo con nueve. El escenario era propicio para que el Sevilla se derritiera y de hecho daba la sensación que podía ocurrir eso. Pero en el minuto 54 Negredo y Navas rociaron con su genio un manantial de agua helada ante tanta efervescencia colchonera. Todo empieza con Negredo, una vez más, dando aire en la medular, con un taconazo sensacional que recoge Navas. El de Los Palacios, porque no sabe hacer otra cosa, tira para arriba, le salen varios contrarios, recula, ve el desmarque de Negredo e ingenia un venenoso pase interior que caza el delantero, solo ante Courtois. El internacional españo levanta el cuero con elegancia, interceptándolo Godín cuando se colaba con la mano. Penalti y expulsión. Negredo, a los once metros. Pita el árbitro, Negredo aguanta, se tira el portero y el madrileño marca a placer.   

El empate del Sevilla desdibujó al Atlético. Ahora el duelo viraba claramente para Nervión. Rakitic acariciaba el segundo con un disparo desde la frontal que se fue por muy poco. Las subidas de Navas eran muy hirientes y en el centro Kondgobia se imponía a un Atlético al que comenzaban a faltarle las fuerzas. Simeone, que veía como el panorama se le enturbiaba, movió el banquillo, sacando a jugadores con nervio para equilibrar la contienda. Los cambios surtieron efecto, porque el partido volvió a perderse en un océano de imprecisiones, hasta que en el minuto 69 llega la jugada más rigurosa del encuentro. Fernando Navarro intenta tapar al Cebolla Rodríguez dentro del área, se va al suelo, toca el cuero con la mano, parece que con inercia en una acción verdaderamente confusa, que sin embargo Ayza aprecia como claro penalti. Diego Costa no perdona y el partido vuelve a torcerse.

En esas circunstancias adversas de nuevo el Sevilla se creció. Navas se echó el equipo a las espaldas y asociándose con Cicinho degolló el costado izquierdo de los madrileños. Reyes saltó al campo por Kondogbia. Los de Emery jugaban claramente a por el empate, pero los peligrosos envíos desde la derecha no encontraban rematador. La emoción, no obstante, se esfumó a seis minutos del final, cuando Navarro derribó, sin ser el último hombre, a Arda Turán. Ayza se pasó de rosca y le sacó la roja directa al catalán. Con nueve ya tocaba guardar la ropa, porque el resultado no era malo y había que aguantarlo para hacer bueno el descomunal esfuerzo que habían realizado los hispalenses.

Emery sacó a Coke por Negredo, con el mensaje evidente de que había que resistir como fuera. Y costó aguantar el tipo, porque el Atlético se lanzó de lleno a por el tercero, consciente de que el marcador se le quedaba corto. Y en esos instantes de tensión máxima emergió Beto para imponer la calma con grandes reflejos y conservar un resultado que deja todo abierto para el Sánchez Pizjuán. Fue un partido donde hubo mucho más sacrificio que juego, algo que tal vez se esperaba, en el que el Sevilla, que ahí estaba la duda, estuvo más que a la altura de las circunstancias. Nervión tendrá la última palabra.

Crónica facilitada por el Sevilla FC

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