Los delanteros sevillistas no tuvieron su día. / Sevilla FC

El Sevilla fue muy superior al Getafe pero la falta de acierto de sus delanteros impidió que saliera del Coliseum Alfonso Pérez con una necesitada victoria.

Sumar siempre es bueno, aunque sea de a uno, sobre todo cuando el equipo en cuestión está en una zona delicada. A esto se le puede añadir la recurrida frase de que los empates a domicilio se hacen buenos con victorias en casa… Pero ni siquiera estas afirmaciones de indudable validez en el mundo del fútbol atenúan la frustración del Sevilla esta noche en Getafe, que fue mucho mejor, que controló los tiempos del choque y que creó un ramillete de ocasiones lo suficientemente importante como para imponerse en el marcador, haciendo de Moyá el mejor jugador del encuentro. Un punto, sí, pero la insatisfacción es evidente en el equipo nervionense, porque con primeras partes como las de esta noche se ganan nueve de cada diez encuentros.

Frotándose las manos y tal vez, por aquello de cumplir con la tradición local, bailando un chotis. Así se fue el Getafe a buen seguro al descanso, después de sentirse vivo tras una primera parte en la que el Sevilla, muy serio, a paso lento pero con firmeza, lo arrinconó, lo asedió y finalmente le batió con gol de Reyes en el minuto 39, haciendo buena el utrerano una bella jugada colectiva culminada con un refinado taconazo de Rakitic. Todo ello acaparando el juego, con más de un 60 por ciento de posesión, sin hacer ruido pero con mucha persistencia y, sobre todo, con demasiado perdón cara a puerta. Sin embargo, todos esos méritos se perdieron en la fiera noche de viento de Getafe, cuando en el 43 una falta lejana lanzada por Colunga, que era el único que aparecía de los suyos, se alió con la virulencia eólica y sorprendió a un Andrés Palop que estaba adelantado.

En la reanudación la tónica no varió. El Sevilla no se cayó con el golpe seco que recibió tras la falta de Colunga. Al poco de arrnacar Moyá volvió a exhibir reflejos, sacando un mal despeje de Juan Varela que se colaba a la red. Los de Emery seguían apretando, marcando la pauta, con Rakitic reclamando protagonismo, y Kondogbia y Stevanovic en el campo por Maduro y Reyes. Precisamente el croata se inventó un pase de tiralíneas espléndido que dejó a Negredo solo en franca posición de gol, pero el madrileño definió a las nubes, ante la mirada de un agradecido Getafe que, viendo que no le mataban estiró las piernas y se sacudió un poco de la presión visitante, más tibia en una fase final que acabó desarrollándose en zona de nadie, por más que Emery quiso darle una vuelta de tuerca al envite, sacando a Manu del Moral. Fue Navas, no obstante, quien se estrelló por última vez con Moyá, con un córner envenenado que de nuevo desbarató Moyá, inmenso y sin duda el mejor de los suyos.  

No era casualidad, para nada, que Moyá se llevara la máxima nota en el cuadro local, sobre todo porque fue quien los sostuvo, incluso al final cuando el Sevilla buscó a base de saques de esquina el tanto de una victoria que se resistió por su falta de pegada y, sobre todo, por no saber atar un triunfo que se le puso de cara con el gol de Reyes. La mano de Emery comienza a notarse, porque el equipo luce más compacto, con cierto empaque en la medular, contundente atrás, y generando ocasones. Pero todavía hay que limar la puntería, que es la que al fin y al cabo concede los triunfos. Con mucha probabilidad se afinará el tino cuando el equipo coja confianza, y qué mejor cita para hacerlo que la del miércoles, con la posibilidad de regresar a unas semifinales de Copa.

Crónica facilitada por el Sevilla FC

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