El Sevilla no puede ser superado en intensidad en el inicio. Santander exige una victoria que dé credibilidad a un equipo que no puede fallar más.
El Sevilla reedita este jueves un partido en un marco que desgraciadamente ya se ha visto en similares circunstancias en anteriores ocasiones a lo largo de esta campaña. Rival de la zona de abajo, situación deportiva delicada, prolongada racha sin ganar… y al final el triunfo se queda en casa del equipo que parecía estar muerto. Pasó en Vallecas, pasó en Gijón y no debería repetirse la historia en Santander. Como bien dijo Míchel en la previa, ya no queda tiempo para seguir cometiendo errores y aprender de ellos, las lecciones ya se impartieron y en este tramo final, donde no existe margen de error, lo que toca es demostrar que de los tropiezos se aprende. Lo que ocurrió en Gijón debió sentar cátedra de cómo no hay que salir a un campo de fútbol… y en El Sardinero toca demostrarlo.
Ésa tiene que ser la tónica para afrontar un encuentro que a buen seguro será muy similar al que se dio ante el Sporting. El Rácing, de cuya competitividad no puede dudar nadie, intentará minar las intenciones nervionenses recurriendo a un juego más rudo y directo. En el cuerpo a cuerpo los locales pueden tumbar a cualquiera y es en esa trampa donde no pueden caer los sevillistas, que si igualan en intensidad a su rival, por lógica, si es que existe en el fútbol, deben acabar imponiéndose, dada su mayor calidad. Igualar o superar en intensidad, ésa es la clave.
Lo que es evidente es que las balas se le acaban a un equipo que ya ha desperdiciado demasiada munición. Sin mirar más allá, sin pensar en Granada, la Europa League o la Champions, los hispalenses deben salir al Sardinero conscientes de que en juego, además de los tres puntos, está su credibilidad como equipo y, claro está, como jugadores de fútbol. La victoria se necesita para seguir creyendo en una plantilla que tiene muchos más argumentos de los que hasta ahora ha esgrimido. Todavía no es tarde.