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El Sevilla alarga una jornada semana más su mala racha. Justo cuando mejor lo hacían los de Michel, la Real dio dos zarpazos y se adjudicó el choque.

El efecto deseado por el cambio de técnico quedó en nada. En Anoeta se alargó un poquito más el estado de frustración en el que se mueve el Sevilla.

Todo fue en una gélida, gelidísima noche de invierno donostiarra, que deja al conjunto nervionense más tocado aún de lo que estaba, porque una jornada más, el equipo se dio de bruces con la ilusión del triunfo. Y lo peor es que lo hizo demasiado pronto, porque con más de 20 minutos por delante ya se había entregado la cuchara, víctima de la puntería local justo en el momento cuando parecía que se podía llevar el partido tras un buen arranque en el segundo tiempo.

El horizonte dibuja en Nervión una innegable incertidumbre ante un equipo que tiene futbolistas de incuestionable nivel para estar mucho más arriba. Sin embargo, ya son ocho los encuentros que se encadenan sin ganar y resulta obvio que la plantilla está atenazada por una dinámica desalentadora que mina, y mucho, la confianza. Porque a pesar que el de esta noche en San Sebastián no fue el mejor partido del Sevilla, también es cierto que momentos tuvo para ponerlo en fortuna, aunque como viene siendo habitual no supo aprovechar sus instantes, tal vez porque le cuesta creer en el éxito después de tantos tropiezos.

La Real comenzó mejor y Vela avisó mandando un trallazo al palo. Pero el Sevilla se recompuso, sobre todo a raíz de un cabezazo al larguero de Negredo a pase de Manu. El último cuarto de hora del primer acto se transformó en un agradable toma y daca, en el que Navas por su banda se comió a Caramuro y creó muchísimo peligro, aunque en la otra orilla Palop salvaba los muebles ante un remate a bocajarro de Vela en el 40. El partido estaba más para el Sevilla, sobre todo en la reanudación, siempre con Navas como eje de operaciones y con Reyes.

Por momentos, el Sevilla embotelló a los realistas, pero en 10 minutos de lucidez de Xabi Prieto se acabó todo. Primero el canterano le puso un balón de oro a Vela, que solo en el área remachó sin piedad con un inapelable remate.

Ese gol mató a los hombres de Michel y otra vez una acción de Xabi Prieto acabó en un zarpazo lejano de Pardo ante el que nada pudo hacer Palop.

Ahí murió el choque definitivamente, porque por más que se introdujeron variantes y que se atacó incluso con peligro, el empate siempre estuvo lejano, porque el desánimo nervionense se notaba en cada acción.

La victoria de la Real fue justa, aunque el Sevilla dispuso de un momento de fútbol que en condiciones normales puede conducir a la victoria. Lo que ocurre es que el equipo está inmerso en un bucle de negatividad que provoca que hacer un gol cueste un mundo y recibir uno implique, por más que quede tiempo de sobra por delante, una casi segura derrota dada la debilidad anímica de unos jugadores abatidos por ver que siguen sin ver la luz.

Michel tiene mucho trabajo por delante, porque el punto de inflexión tiene que llegar el sábado al precio que cueste.

Crónica facilitada por el servicio de prensa del Sevilla FC.

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Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla, empezó en la comunicación local y actualmente trabaja para laSexta. Máster en Gestión Estratégica e Innovación en Comunicación, es miembro...