Rufino González ha vuelto a hablar. Lo dicho por quien fuera una de las marionetas principales de Lopera no es más que un nuevo intento de dárselas de digno, después de arrastrarse durante años a los pies de su amo. Ahora resulta que está muy dolido por las cosas que se están haciendo en el club. Ahora. Antes no. Antes, las burradas que hacía el ahora imputado no le importaban, es más, miraba para otro lado.

Pero claro, ahora parece ser que la retirada de una «afoto» suya (palabras textuales del personaje) de la ciudad deportiva (los egos, qué malos son) ha desatado la ira del antaño siervo fiel de Lopera.

Las palabras de estos personajes se definen por sí solas y no merecen mayor comentario. Estoy cansado de perder el tiempo discutiendo con gente que no se va a bajar del burro por mucho que se le demuestren las cosas con datos que no tienen vuelta de hoja. Creo que lo mejor es esperar a que la justicia se pronuncie (ya lo está haciendo) y ponga a cada uno en su sitio. Lo triste es que, pese a todo, algunos seguirán defendiendo lo indefendible.

Ahora saldrán algunos diciendo que quién soy yo para hablar con este aire de superioridad de otros desde mi atalaya bloguera o de prensa y bla, bla, bla. Creedme, ya me ha ocurrido en otras ocasiones. Jamás me las he querido dar de nada pero en este caso me reafirmo en lo dicho, me importa un pimiento lo que piensen los demás. Lo dije, lo digo y lo mantendré siempre: el que a estas alturas sigue defendiendo al imputado y a sus secuaces es muy cortito. Hay que tener muy pocas luces para defender a alguien que en su despedida, por poner sólo un ejemplo entre cientos, seguía manteniendo que el Betis no le debía un euro a nadie, a sabiendas de que eso era MENTIRA. Una de tantas.

Por eso y por muchas cosas más, a los que defienden lo indefendible se les puede calificar de dos formas: cortitos o sinvergüenzas, dependiendo del grado de conocimiento de los hechos que tengan. Los cortitos son los que no se enteran de nada, no dan para más y no tienen capacidad de razonamiento para entender la realidad. Los sinvergüenzas, por su parte, son aquellos que, a sabiendas de lo que pasa, siguen defendiendo lo indefendible porque les conviene o interesa de algún modo, ya sea por interés material (vil metal) o de cualquier otro tipo (los egos enfermizos, que son muy malos). Esa es mi opinión. Ahora que cada defensor de la causa manolitaria se coloque en el grupo que le corresponda.

Por Ismael F. Cabeza

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