Benito Villamarin

El Betis se reencontrará este lunes con la afición a la que tanto ha maltratado para tratar de obsequiarla con un regalo veraniego que disipe las preocupaciones motivadas por la lenta planificación.

Por encima del regreso de Joaquín y el merecido homenaje al siempre poco valorado Nacho, el bético de base cuenta las horas para conocer de primera mano si los Bruno, Dani Giménez, Dani Pacheco, Rennella, Molinero y Jorge Casado poseen las cualidades suficientes para propiciar el ineludible ascenso. Pero quizás no sea ésto lo más preocupante para el aficionado. El desastre de la campaña pasada ha generado una comprensible suspicacia sobre cualquier miembro de la plantilla, excepto en casos muy reducidos como por ejemplo el de Adán.

Saber si los Jordi Figueras, Perquis, Matilla, Nono, Cedrick, etc han mutado su comportamiento o si ensamblados bajo una nueva dinámica de grupo, bajo las premisas de un nuevo entrenador son capaces de parecerse a un equipo profesional, algo de lo que se dudaba a vista de partidos durante la pasada campaña, es la principal inquietud de la hinchada verdiblanca, que aún así poblará en buen número el Benito Villamarín con la esperanza de toparse con la ilusión para empezar a olvidar el fracaso.

Quizás la gran novedad hasta el momento sea la presencia de Julio Velázquez en el banquillo, un técnico joven, intenso y hambriento de éxitos que a sus 32 años tratará de domar a pesos pesados como Rubén Castro, que no debe estar muy acostumbrado a que una persona más joven dirija sus pasos. A buen seguro, sorprenderán los continuos aspavientos del técnico salmantino, quien más que probablemente emplee un 4-4-2 con sus mejores hombres, a falta de más refuerzos, para tratar de plantar a una Fiorentina que es muchísmo más que Joaquín. De hecho, a pesar de que todas las miradas recaerán en él, el portuense es una pieza menor entre hombres como Borja Valero, Cuadrado, Giussepe Rossi, Aquilani, Mario Gómez o David Pizarro, todos ellos dirigidos por Vincenzo Montella, cuya figura se ha erigido junto al exseleccionador italiano, Cesare Prandelli, entre otros, en garante del juego asociativo que la nueva Italia quiere enseñar al mundo.

Sensaciones en el juego, seguridad defensiva, una personalidad clara, simples detalles, indicios de que la regeneración es posible para que este Betis sea un conjunto sólido. Una perqueña porción de cualquiera de estos elementos servirá para que la afición se marche satisfecha a casa en un partido en el que la victoria se presenta complicada por el nivel del rival. Si no sucede nada de ésto, el pesimismo ya instaurado se multiplicará, y el aficionado verdiblanco empezará la temporada con esa sensación de pesimismo que no abandonó en ningún momento durante el cursos pasado. Aún así, sólo sería pretemporada, y como ha repetido hasta la saciedad Velázquez, el ascenso sólo se consuma en junio, pero también es cierto que no pasa nada por ilusionar un poco.