Chuli abrazo

Llegan los partidos, la convulsión disminuye y el fútbol como siempre lo ha sido, será sólo fútbol. El balón rodará y los problemas se olvidarán durante noventa minutos con la Copa del Rey en juego.

El Betis ha vivido esta semana los días más difíciles de la era post Lopera. La destitución de Mel ha devuelto la guerra social a la entidad y el nuevo técnico, Juan Carlos Garrido llega con muy pocos apoyos entre la afición.

Para tomar contacto, sin excesivos sobresaltos, el nuevo entrenador se enfrenta a un plato suave, la Copa del Rey ante Lleida, partido de homenaje al malogrado Miki Roqué, y que no debe causar excesivos problemas a una plantilla devaluada, pero a todas luces superior al conjunto catalán. Además, en la jornada festiva de este viernes, la grada estará repleta de béticos catalanes deseosos de ver hacia dónde camina su equipo.

Más allá de lo competitivo, el interés radica en las novedades que Garrido deslice sobre el campo, sobre todo en el esquema y el estilo de juego, que no debe diferir en demasía del empleado por Mel, por encima de las piezas elegidas, pues entre las molestias de Vadillo, Amaya, la cautela necesaria con Rubén Castro, sólo pueden destacarse las ausencias de Matilla y Cedrick por decisión técnica.

Seguramente, no veremos en Lleida al once titular del técnico valenciano, aunque su elección en la portería sí podrá determinar, en cierta manera, cuál es el favorito. Por lo demás, lidiar con la extramotivación de un conjunto de inferior categoría será la principal amenaza de un Betis, que más allá de la importancia de la Copa, necesita una victoria para convencerse de que es posible abandonar la dramática situación en que se encuentra, antes del previsiblemente agitado primer encuentro en casa ante el Rijeka del próximo jueves

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