La expulsión de Medel fue una de las claves para entender un duelo de muchas lecturas / Sevilla FC

El centro del campo habló por sí mismo en un partido de doble arista. Viendo las alineaciones, era obvio esperar un Sevilla con mayor posesión, controlando el juego merced a su superioridad numérica en el centro del campo.

 

Pero también era obvio esperar un plan bético para paliar esa superioridad. Y lo había, pues según explicó Pepe Mel en sala de prensa, era la defensa, adelantando líneas, quien debía solucionar el déficit en la zona de ancha.

No lo hizo, y tanto Cañas como Beñat se vieron obligados a presionar al poseedor del balón, propiciando un agujero desmesurado en el que Rakitic diseñó su exhibición, secundado por sus escuderos Medel y Kondogbia, además de Reyes y Negredo, ambos con mucha movilidad.

Con el 0-3 no había partido, y difícilmente habría existido sin la sobrexcitación de Medel, quien abrió el sueño verdiblanco con su error en el tanto de Pabón. En la segunda parte, el guión no cambió, con un Sevilla todavía sereno ante las ofensivas verdiblancas.

Después llegó la acción del penalti, donde tras muchas repeticiones resulta difícil encontrar una acción punible, más allá de los forcejeos habituales. El partido le vino grande a Del Cerro Grande, cuyos asistentes tampoco vieron el fuera de juego del 0-2, (quién sabe lo que hubiese deparado el partido sin ese gol).

La expulsión de Medel vino propiciada por una típica tangana donde lo más inteligente habría sido zanjar el asunto con varias amarillas. Tanto Cañas como Medel protagonizaron acciones similares, pero el castigo gordo fue para la fama del chileno, quien apenas es capaz de encontrar el equilibrio emocional en duelos de alta tensión.

Con las polémicas zanjadas, regresó el fútbol. En inferioridad numérica el Sevilla, quien ya empezaba a notar el cansancio, se echó atrás. Mientras, el Betis comenzó a controlar la posesión, aunque sin demasiada profundidad. Con los de Emery organizados atrás, el conjunto verdiblanco apenas creó ocasiones de gol. Movía el balón de un lado a otro, sin encontrar el resquicio en la telaraña rojiblanca, que se volvió algo más quebrantable con la entrada de Vadillo.

Se notó a un Betis demasiado temeroso, al que pesó demasiado el resultado de la ida y la efectividad nervionense durante el primer periodo para lanzarse hacia la portería sevillista en busca de una remontada que quizá hubiera rematado con algo más de determinación.

La expulsión de Medel equilibró la balanza de efectivos en el mediocampo, pero no la decantó, pues el Sevilla no sufrió en demasía ante las posesiones béticas hasta los instantes finales. Estuvo lento Mel en verlo, y sacar a Nosa para crear superioridad en el medio campo. No obstante, el nigeriano llegó a tiempo para subsanar la debacle de la primera parte y redimirse ante una afición que no le esperaba.

Pese a obrar la igualada, no debe sentirse satisfecho el Betis con el desarrollo de un encuentro de obligada reflexión para Mel. El madrileño perdió la batalla mental y táctica en ambos duelos, incapaz de plantear el duelo desde la superioridad moral que le otorgaban los buenos registros de su temporada.

Mientras tanto, el Sevilla se marcha del Villamarín con un sabor muy amargo, condenado por la inestabilidad de sus hombres clave. Posiblemente, con un punto más de valentía habría asestado un golpe mortal a su rival durante la segunda parte. Continúa la racha sin ganar fuera de casa y mantiene la misma distancia respecto a Europa con menos Liga por jugar.

En cualquier caso, este viernes de preferia volvió a reiterar la especial magnitud de un derbi sin igual en todo el mundo, donde toda nimiedad es penalti o expulsión bajo la ceguera criada desde la infancia con dos colores grabados en el pecho.