Martes 10, ecuador del Festival, nada maravilloso hasta ahora para quien escribe. Aunque sí han gustado mucho la británica «Fish Tank» y la italiana «The double hour», esta última en la Sección Eurimages y que hoy miércoles -21:30- se proyecta por última vez.
 
Miguel Ybarra Otín. He aquí las críticas de las dos películas proyectadas el martes dentro de la Sección Oficial. Elijan otros títulos si quieren pasar la tarde en el cine: su elección será, muy probablemente, mejor.

La joven de las naranjas  *

Compite por el Giraldillo de oro este film noruego, rodado en parte en Sevilla y pensado -como la propia directora Eva Dahr manifestó en rueda de prensa- para un público “infantil y familiar”, de poca tradición en España. Quizás por eso poco se entienden las formas de la cinta -su historia peliculera, sus formas medio cursis-, y menos se comprende que el título se haya colado en la sección oficial.

Annie Nygaard, protagonista en plan copia de Amelie, me comentó tras la rueda de prensa que hoy miércoles vuelve a Noruega. Pero, ¿y si os lleváis el premio? -(Risas y cara de qué estás diciendo) “No creo que nos lo den”. Y tanto. Aunque sí pueda destacarse del film la manera bien trenzada de ir contando los detalles de la historia (un quinceañero la va conociendo al leer la carta que le dejó su padre fallecido) a través de saltos en el tiempo y utilizando distintos colores (blanca Noruega; Sevilla de dorados y terracota; azules y grises para la historia del padre enfermo) y con la que la directora busca transmitir la filosofía de la novela rosa que la inspira (de igual título, firmada por Jostein Gaarder, autor también del superventas “El mundo de Sofía”): “cuando el amor pasa hay que atraparlo”, comenta Eva Dahr.

Y poco más, bonitos paisajes nevados, torpes interpretaciones masculinas y demasiada azúcar en las naranjas.

Jaffa *

De fondo el mismo tema de siempre si la obra arriva de esos lares: el conflicto árabe – israelí. Aunque como marco general de otro conflicto, el que lo desencadena todo en este film: la mala relación entre padres e hijos dentro de una familia hebrea.

El padre regenta un taller mecánico en el que trabajan su hijo -celoso, chulo y vago- y su hija -enamorada y embarazada del árabe musulmán que también con ellos trabaja-. La relación se guarda en secreto y la planeada boda no se celebra porque poco antes, durante una pelea estúpida entre los dos jóvenes, el chico hebreo se golpea la cabeza y muere.

La película va de menos a más: comienza demasiado bajo, con exceso en los diálogos para narrar lo que no sabe explicar con acciones. Con demasiados gritos y cansinas conversaciones monotemáticas. Y aunque mejora ya superado el planteamiento, no llega a merecer más alabanzas que la reflexión de fondo: el conflicto, más que originado por el roce entre religiones o culturas, es fruto y seguirá existiendo -en familias y sociedades- mientras las personas se nieguen unas a otras un mínimo intento de comprensión, respeto, confianza y oportunidades en el día a día, compartiendo una mesa para comer.