‘Casa de muñecas’ de Ibsen, en versión Veronese: ‘El desarrollo de la civilización venidera’, teatro de actores, todo acción, directo a la esencia de una obra que el director argentino recorta, tacha y reescribe a su medida. Enormes las interpretaciones.


Miguel Ybarra Otín
. Muy Veronese la forma: un escenario realista y austero prestado de otra obra, un único cambio de iluminación, vestuario de hoy, nada de tarantela, nada de música porque a Daniel Veronese lo que le interesa es el teatro de actores y éstos -geniales- se bastan para elevar la obra.
Respecto a esta: si la ‘Casa de muñecas’ de Ibsen y el portazo final de Dora  suponen un valiente canto a la libertad (“la sociedad o yo”), ahí está el libro como obra literaria con sus puntos y comas, que no cambian. Pero esto es teatro y aquí Veronese pone el acento en la denuncia de esa violencia final, la de un Helmer diferente, de triste telediario, que no se resigna a perder a Dora implorando “¡el mayor de los milagros!”: un marido no solo posesivo sino también brutal, el que hace estallar esa violencia latente en el texto original.
Carlos Portaluppi, el actorazo que lo encarna, explicaba en rueda de prensa que ahora en Argentina y Sudamérica se empieza a tratar y denunciar ese tema: la violencia que en las tablas sufre una magistral María Figueras, una Dora ya del XXI, así de triste es decirlo.
Porque si en el XIX eran las normas sociales -artificiales y aprendidas- las que coartaban la libertad de la mujer y la anulaban como persona, son ahora el miedo y las palizas lo que a tantas hunden y niegan. Por eso, escribiendo esta reseña en domingo y tras haber podido leer otras (una lamenta que “al contrario que en la obra original, [el director] no permite a la protagonista ser capaz de tomar las riendas de su vida”): ¡claro que no! El teatro de Veronese está lleno de verdad, porque ¿qué nos contarán hoy, de tres a tres y media?

www.SevillaActualidad.com