‘Los 7 peca2 capitales’, espectáculo en el que Producciones Imperdibles aúna danza, teatro y nuevas tecnologías, se estrenó este fin de semana en el Teatro Central: un montaje muy vistoso en las formas pero en el que la idea, en cambio, queda algo superficial.

Miguel Ybarra Otín. Falto de profundidad en su discurso, apenas traza líneas en el retrato de las realidades que suponen su punto de partida: de lujuria, pereza, gula, ira, envidia, codicia y soberbia, los siete pecados a los que aquí se suman vanidad y cobardía, puede decirse algo más. Falta precisamente pecado a este montaje que, en cambio, complace en lo estético.

La ira fue el primero, con una coreografía violenta, llena de fuerza, en la que los cuatro bailarines demuestran talento (Lucía Vázquez, Iván Amaya, María J. Villar y Juan Melchor). En esa valía se apoya la obra cuando nos habla de la gula: divertidos vaivenes de cuerpos tan orondos como difíciles de dominar.

Complaciente, como he dicho, y sin mayor mordiente, el retrato de la vanidad, por ejemplo, queda demasiado light: mujeres, bolsas de ropa y cámaras de fotos. Otra cámara, ésta de vídeo, sí aporta un matiz a la lujuria, el voyeurismo o el sexo como espectáculo en esta sociedad: se proyectan en las dos grandes pantallas laterales los gateos en directo de los 4 bailarines y sus lascivas caricias, unos encima de otros.
Y es que hacen casar muy bien la conjunción de danza y proyecciones José María Roca y Gema López, quienes firman la dirección. Es también fantástica la selección musical: antigua y barroca, entre ella el lamento del Stabat Mater, creo que en la versión de Pergolesi.

Y hubo también alguna adaptación musical más contemporánea, como de hoy también son las fotografías que cerraron ‘Los 7 peca2 capitales’: imágenes dolorosas del mundo que nos toca, rostros y lugares que nos hablan del pecado cada día en cada telediario.

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