La noche del primer viernes de enero se presentó lluviosa. A las nueve, hora fijada para el inicio de la sesión de Stephan Mathieu y Carolina Mikalef en Intr:Muros, un concurrido grupo de asistentes se agolpaba en las puertas del local cigarrillo en mano, secuela de la recién estrenada “ley seca” y miraba al cielo con estupor, mientras los más rezagados se daban prisa por atravesar la Plaza del Pumarejo.

Carlos García de Castro. No se les hizo esperar, la performance comenzó con puntualidad y la música electroacústica ocultó el incipiente estrépito del chaparrón que en el exterior arreciaba. Los adictos a la nicotina se habían librado por los pelos.

Se apagaron las luces al tiempo que los últimos, algo mojados, ocupaban un lugar de pie y en los laterales. El resto del público estaba sentado frente a los intérpretes, quienes se habían instalado en una pequeña mesa a los pies del local, dejando tras de sí una amplia pared blanca dónde se proyectarían la fantasía visual que iba a acompañar a la actuación musical.

La sesión constaba de una única pieza de la serie Constellations: Black, una combinación de experimentaciones lumínicas y sonoras de aproximadamente cuarenta minutos de duración. En el transcurso de la misma, Mathieu y su compañera Mikalef, utilizaron una serie de electroimanes para generar una vibración continua sobre las cuerdas de un instrumento tradicional; expandiendo de este modo el sonido del instrumento y ofreciendo al público sonoridades ricas en armónicos sostenidas a través de campos magnéticos. Un trabajo muy minimalista que coloca en primer plano las dos dimensiones básicas del sonido: amplitud y frecuencia, generando un universo eléctromagnético en constante tensión, una pugna entre las diferentes frecuencias por ocupar el lugar protagonista. Las frecuencias, que aparecían en escena a volúmenes bajos iban ascendiendo progresivamente hasta la cumbre, para, una vez alcanzado el zenit, verse ineludiblemente sustituidas por otras y desaparecer del campo acústico de los presentes.

Tras la mesa ocupada por la pareja de artistas, imágenes en movimiento se afanaban por captar nuestra atención. Se trataba de amorfas manchas de luz – normalmente blancas -, que se expandían y retraían en constante pulsión. El efecto, que a veces recordaba, por su grado de abstracción, al trabajo de Mark Rothko, era similar y solidario con lo acontecido en las ondas, si bien es cierto que con una diferencia fundamental: mientras lo sonoro era en vivo, lo visual era grabado. Esta secuencia de imágenes tan básicas lograba reducir a la mínima expresión la práctica cinematográfica, consiguiendo la ilusión de movimiento al oponer distintas intensidades lumínicas, procedentes de una pequeña linterna, captadas por un juego de lentes Carl Zeiss. La variedad de intensidad iba desde la máxima cantidad de luz, manifestada en un potente blanco, hasta la desaparición completa de luz que da lugar a la oscuridad más absoluta al final de la sesión, Black.

Una vez que la pared quedó en negro, estalló el aplauso general del público. Parte de él permaneció aún un tiempo en el local compartiendo la experiencia y esperando que escampara; otra haciendo acopio de valentía, se entregó a las pedregosas calles del barrio y se alejó, silenciada por la lluvia, de Intr:Muros, un espacio que día a día se está convirtiendo en referente para los amantes de la música experimental y el arte sonoro en Sevilla. Que no son pocos, como quedó demostrado.

Más Info:

Para conocer a los artistas visita http://www.bitsteam.de

El Laboratorio Intr:Muros es un espacio dedicado al arte sonoro y la música experimental. Está situado en Calle Aniceto Sáenz, 2 (junto a la Plaza del Pumarejo) Puedes conocer sus actividades en http://laboratoriointrmuros.blogspot.com/

Imágen y vídeo proporcionados por María AA.

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