‘Almuerzo en casa de los Wittgenstein’, de Thomas Bernhard, por la compañía Teatre Romea, dirección de Josep Maria Mestres e interpretaciones de Mingo Ràfols, Àngels Bassas y Carmen Machi. Viernes y sábado en el Teatro Central.

Miguel Ybarra Otín. Inspirado en la figura del filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951), quien vivió al borde de la locura, tema habitual en las dramaturgia y narrativa del también austriaco Thomas Bernhard (1931-1989), sin duda una de las firmas más destacadas en la literatura del siglo XX.

Muchos años prohibido en su país debido a la crítica social que destila su narrativa, Bernhard dejó magníficos títulos como ‘El malogrado’ o las breves y autobiográficas ‘El origen’, ‘El sótano’, ‘El aliento’, ‘El frío’ y ‘Un niño’, obras de las que su teatro repite obsesiones como la enfermedad, la muerte, la vanidad de la perfección artística o del saber científico. Así ocurre en ‘Almuerzo en casa de los Wittgenstein’ (‘Ritter, Dene, Voss’), cuyo texto íntegro lleva Mestres a escena con sobresaliente interpretación de Mingo Ràfols.

La obra, en tres actos, se fue hasta las tres horas en las naturales formas de su autor: lento, repetitivo, sin que gran cosa ocurra en el escenario más allá de las palabras de unos personajes que monologan más que dialogan. Un espectáculo, digamos, duro de ver (es muy plana la primera mitad: mínima acción y apenas cambios de entonación) porque Bernhard tiene algo de otro que acaba de ser llevado al Central, Samuel Beckett (‘Fin de partida’, hace tres semanas por Teatro de la Abadía en un montaje tipo ‘Esperando a Godot’, donde el tiempo pasa despacio y nunca pasa nada).

Y a pesar de esa lentitud la obra ofrece también pasajes cómicos -la escena en que Ludwig come harto y enervado los pasteles de su hermana-, pues otra manía de Bernhard era eliminar la oposición entre tragedia y comedia; el título de un cuento suyo, de hecho, podría definir esta obra: ‘¿Es una comedia? ¿Es una tragedia?’.

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