Albert Boadella mantuvo un interesante coloquio con los alumnos de la Facultad de Comunicación sobre su pictórica obra Daaalí

Entrevista elaborada por los alumnos de segundo de Periodismo de la Facultad de Comunicación de Sevilla.

El actor y dramaturgo español, director del la compañía de teatro Els Joglars, compartió con los alumnos de la Facultad de Comunicación de Sevilla, intereses, curiosidades y opiniones sobre su gran obra Daaalí.

Albert Boadella ha centrado su estudio y posterior trabajo en el arte dramático y la expresión corporal. Formó parte de la compañía de mimo de Italo Riccardi y en el 1962 junto a compañeros como Carlota Soldevila y Anton Font, fundó en Barcelona la exitosa compañía Els Joglars, que ha estrenado más de una treintena de montajes de los cuales, ninguno ha pasado desapercibido.

Algunas de sus obras han generado polémicas, sobre todo después de ser representadas. Éstas se han caracterizado por poseer una fuerte carga crítica y sátira, especialmente con el poder establecido o el poder fáctico.

En algunas de sus obras ha utilizado relevantes personajes de la cultura catalana para dotarlas así de ácida parodia, como a Josep Pla o Salvador Dalí. Ello ha significado enemistades tanto en el mundo teatral como con las instituciones catalanas.

Daaalí posee una grata calidad en ironía y sarcasmo, una obra muy trabajada que hace referencia a otros textos. Con impresiones caóticas pero que parten de un mensaje claro y sencillo «La obra de arte surge como un caos y luego hay que ordenarla».

Manolo Álvarez López: Según dice usted, el Dalí de su teatro se comportó como «un hombre cruelmente sincero, ingenioso, provocador, imprevisible y libertario; en definitiva, un ser ecológicamente imprescindible para contrarrestar el empalagoso exhibicionismo de bondad farisaica que nos invade». Mi pregunta es: ¿cuánto de ese Dalí hay en usted? ¿Es posible que sea un personaje muy personal?

Me gustaría que fuera todo, pero desgraciadamente no tengo ni su talento ni mi vida ha deambulado por los cauces dalinianos. Yo he sido todo lo contrario, no me he buscado una mujer madre, he buscado una compañera para la vida. No he sido especialmente un compulsivo masturbador, he preferido practicar una sexualidad natural con mi propia compañera. Es cierto que tengo una cierta timidez, pero no tan fuerte como la de Dalí; no me tiraba desde ninguna escalera para tener originalidad. Sí que mi admiración es grande y sí que hay impulsos que a veces puedo pensar que recuerdan a cosas Dalinianas, pero mi historia y mi talento son muy distintos, y no lo digo con falsa modestia.

Dalí era un auténtico genio, quizás el único que he conocido, por su capacidad, por su inteligencia, por sus previsiones. Podría estar hablando horas de sus previsiones incluso científicas. Fue capaz de prever muchas cosas, fue un superdotado.

Ya me gustaría a mí ser Dalí. Si existiera la reencarnación, me reencarnaría en Dalí.

Lucía Bazaga Ceballos: Haciendo referencia a su compañía teatral, Els Joglars, y partiendo de la base de que el teatro no es una actividad de masas, me gustaría saber cómo es posible mantener un teatro al margen de las instituciones políticas en un país donde el teatro vive de las subvenciones. Es decir, ¿Qué diferencia Els Joglars del resto de compañías teatrales, que surgieron también como teatros independientes pero acabaron sometidos al Estado?

Que el teatro no es una cosa de masas es una realidad, pero ya desde hace muchísimo tiempo, porque no hay que olvidar que incluso en la propia Roma el circo romano tenía 100.000 localidades y el teatro tenía 4.000. Sí que es cierto que existe gente suficiente como para que se interesen por la actividad teatral, pero el problema es encontrarlos. ¿Cómo se hace esto? Yo creo que existe un hecho esencial al respecto, y es que la tendencia teatral de nuestra época ha querido hacer un teatro de terapia del autor frente al público, es decir, poner las neuras de uno mismo y exhibirlas al espectador. En cambio, nosotros hemos tratado de hacer, como los antiguos, al revés: catalizar las neuras del público y hacer de eso un teatro. Es decir, sobre las propias necesidades del espectador hacer nuestro teatro. Sí que podemos decir que en nuestro teatro hay manías personales, pero las mínimas. Puedo decir que difícilmente si alguien dentro de unos años estudiara mi obra podría establecer un retrato psicológico demasiado preciso. Mi vida no se podría esclarecer a través de mi obra teatral, porque yo no he puesto por delante mis manías, pero sí aquello que me parece que el público necesita.

El arte en general del siglo XX ha sido un arte que ha buscado enseñar las «tripas» al espectador. Pero te estás repitiendo constantemente y uno tiene un interés limitado. Se convierte al espectador en una especie de psiquiatra voluntario. Es el colmo, pagar una entrada para asistir al retrato psicológico de un autor.
Por tanto, esta inversión ha hecho que los espectadores se vean en cierto sentido identificados con aquellas cosas que les contamos.

Nosotros hemos conseguido algo muy difícil, que consiste en hacer una primera lectura popular, agradable, espectacular, fácil de comprender. Y después lo que hay son otras lecturas, otras cortinas. Porque hacer arte no consiste en convertir algo sencillo en una cosa compleja, sino hacer de una cosa compleja algo sencilla. Este es el trabajo del artista y no al revés.

María Jesús Ballesteros Luque: La compañía «Els Joglars» nació dentro de lo que se denominó «teatro independiente», un teatro que surgía como oposición al régimen franquista. ¿Tiene sentido hoy, en democracia, seguir con la idea de un teatro independiente?

Más que nunca, porque la independencia del artista es lo que en el fondo seduce al espectador. El espectador que ve un artista excesivamente encariñado con las ideas generales, con lo que se llama ahora lo «políticamente correcto», no se siente cómodo ante ello. El público en general busca en el artista la independencia. En una dictadura te diría que es muy fácil porque el enemigo es común, pero hoy en día es muy difícil, porque ¿dónde está lo políticamente correcto? Muchas cosas que parecen extraordinarias, abiertas, progresistas, a veces son trampas mortales, son demagogias o imposturas que la propia sociedad toma ante determinadas cosas. Hay una especie de «grandes palabras», de «solidaridad»… de no sé qué más; pero la realidad es otra. Yo me fio poco de los que andan siempre haciendo de buenos por la vida. Yo prefiero los «pecadores», me gustan más aquellos que oficialmente pueden parecer un poco canallas porque ya sé exactamente de qué pie cojean.

Buscar dónde está el talón de Aquiles de la sociedad ahora no es fácil, porque tenemos a nuestro alrededor como una especie de «bombardeo» sobre qué hay que decir, dónde está la verdad y dónde está lo incorrecto políticamente. Por eso en ocasiones hay que ponerse en la piel del adversario, porque a veces tiene razón.

Sonia Estepa Tabares. Tengo entendido que su compañía, Els Joglars, se ha mantenido siempre fiel a sus principios. Uno de los más importantes es el de crítica social y política. ¿Cuál es la táctica que utiliza para que sigan teniendo éxito estos principios, en una sociedad en la que el teatro está cada vez más inclinado al mero entretenimiento y la audiencia tiene menor capacidad crítica?

En general, el teatro actual tiene una clara función de entretenimiento, una función que busca la diversión del espectador, que no comunica y que, consecuentemente, no produce ningún efecto en el mismo. Es cierto que como táctica inicial hay que buscar la seducción del espectador, haciéndolo sentir cómodo, tratando temas que puedan parecerle interesantes y básicamente haciéndole disfrutar de tres horas de espectáculo. Pero hay que compaginar esa función intentando dotar al teatro de otros estímulos (inteligencia) que hagan que el espectador al mismo tiempo que se divierte con la obra, se cuestione otra visión de la realidad, del mundo. La táctica principal se basa en ejercer influencia en el espectador, es decir, que la obra no lo deje indiferente y no simplemente se entretenga con ella, si no que sobrepase este terreno adentrándose en lo que de verdad importa, que es la misma realidad, consiguiendo un claro éxito en este propósito.

Paula Romero: ¿Cómo definirías política en el Teatro?

Todo teatro es político, es decir, el teatro que no se compromete en nada también es político, es un teatro que quiere estar bien con el conjunto de poderes o con determinados sectores.

En la época de la dictadura había un teatro que no era nada político, un tipo de teatro que no quería enfurecer al régimen dictatorial, aunque también existía un teatro que era comprometido. Tan político era el uno, que iba a favor, como el otro.

Cuando uno expresa ciertas ideas y preocupaciones de la sociedad siempre tiene una intencionalidad política. Ahora bien, puede haber un teatro que sea político en el sentido propagandístico, conforme a una determinada idea política. Pondríamos poner por ejemplo una parte del teatro de Brecht, no todo.

El teatro de Bertolt Brecht es un teatro que en principio hace referencia a una mirada de la sociedad marxista, por tanto hablaríamos de un teatro de propaganda directamente comunista.

En Cataluña existen algunas compañías que hacen un teatro propagandístico de la independencia de Cataluña y de los valores independentista de ésta, pero eso ya es un teatro de partido que a mi naturalmente me parece menos interesante porque en general resulta incluso comercial.

Este sería el caso de Brecht, que ganó mucho dinero en la Alemania oriental, la comunista, haciendo su teatro, que es un teatro muy bien hecho y muy interesante pero que en el fondo es un teatro de partido.

Julián Esteban: Empezó la charla hablando de la infancia como un elemento para desarrollar la personalidad del autor y acabó con el décimo punto del decálogo que hacer referencia a «tomarse la vida como un juego». Entonces ¿qué tanto de niñez hay en su obra?

En principio lo que hay es el propio oficio. Imagínate los juegos que nosotros hacíamos de niños, donde representábamos personajes con amigos y a veces incluso en soledad, donde éramos reyes, príncipes, princesas o lo que sea… Pues imagínate lo que es poder trasladar todo eso hasta la época adulta y además poder ganarte la vida con esto. Es ¡Lo máximo!

Sin embargo, en cualquier actividad humana hay una parte siempre de juego, al menos hay que tomárselo en esta idea de juego. Si asistes a tu trabajo con una idea de tortura, será el principio de infelicidad de vuestra vida. Es evidente que hay etapas de la vida en la que hay que hacer un trabajo para poder sobrevivir y no te gusta o no te complace, pero considero que en general hay que buscar este vivir «jugando». El juego es una gran pasión y por eso somos todos un poco ludópatas.

Cuando juegas agudizas el ingenio y, por lo tanto, de una cosa que parece imposible podrás exprimir todas las posibilidades. Yo creo que esto es un principio esencial y las personas que son felices lo son porque se han tomado la vida de esta forma. Aunque también existen diferentes profesiones que hacen que sea difícil tomarse la vida de esta manera. Un minero, por ejemplo.

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