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Ayer concluyó la última rueda de prensa de la gira Premio Planeta 2010, que ha contado con la participación de su ganador, Eduardo Mendoza con Riña de gatos y Carmen Amoraga, finalista con El tiempo mientras tanto. Dos ejemplares que se han situado entre las listas de libros más vendidos con unas críticas excelentes.

Paula Romero. Tras una breve presentación, Eduardo Mendoza se abrió paso mencionando al público y a la variedad de lectores, que son los verdaderos críticos. «Ves lo que has logrado, lo que ha pasado desapercibido, lo que ha cobrado interés y es entonces cuando entiendes tu propio libro». Señalaba que a pesar de ser la última rueda de prensa, aún quedan muchas preguntas por hacer.

Por otro lado Carmen Amoraga nos cuenta que comenzó su carrera profesional en Sevilla con la dotación del Premio Joven Ateneo en 1997 y que en general, está muy satisfecha con el resultado. «Cuando escribes durante mucho tiempo, las explicaciones están muy claras pero cuando la novela sale a la calle los verdaderos intérpretes son los lectores, en este caso los periodistas».

Respecto a su libro nos contó que la mayoría de las preguntas han girado en torno a la muerte, propone que reflexionemos sobre ella y lo que puede significar con los que estamos en vida. «Cada lector se ha sentido identificado con un personaje»

En relación a Riñas de Gatos y en general al Madrid de 1936, Mendoza nos cuenta que no esperaba que suscitara tantos comentarios el conflicto bélico como telón de fondo aunque ésta es la que da sentido a la historia. «Quizás soy más leído por la novelas de humor y crea mayor interés que me siente a hablar sobre la seriedad de la Guerra Civil». Seriedad, como nos explicaba posteriormente, en el sentido de los sucesos historiográfico ya que su novela cuenta con tintes de farsa, incluso vodevil.

El humor y la parodia conviven con los hechos. Mendoza hace la incursión del personaje inglés, Anthony Whitelands, un pasionario y discreto hispanista, que trae consigo una mirada muy generalizada y distante que no está contaminado por ideales políticos. «Un punto de vista atractivo que resalta, precisamente, lo que en esos momento no había en España».

Aprovechando la temática del humor como elemento destacable en Riñas de gatos, «el humor resiste al paso del tiempo», le pregunté qué creían que opinarían los personajes como Alcalá Zamora, Manuel Azaña o Antonio Primo de Rivera, entre otros que aparecen en su obra, a lo que él respondió que «no sabría lo que pensarían pero estos están ya muertos, son personajes importantes para nuestra historia, piezas de museo que deben ser tratadas con respeto».

Su representación literaria a menudo se ha centrado en Barcelona. Ésta, sin embargo, ha acogido a un Madrid de la época «orientada sobre lugares que conozco». Primero idealizó la historia que quería contar, luego pensó en los personajes y todo ello se desenvolvía en Madrid. «Tengo un vínculo con Madrid que va más allá del ámbito turístico». Añadió además que no le importaría probar con su siguiente novela en Sevilla.

También hizo mención al título de la obra «Riña de Gatos«. El autor nos cuenta que buscaba uno que no fuese arbitrario y que no marcase el sentido del libro, sobre todo la forma de ser leído, ni humorístico, ni dramático. Sin duda, su título es paralelamente similar al cuadro de de Francisco Goya del 1787. Pero lo que Mendoza nos cuenta es que «los pequeños detalles son los que cuentan». La idea le viene tras visualizar el enfrentamiento de un cuadro «peleas de perro», de Pedro Hernández. «Cuando se habla de títulos, a menudo hay confusiones, puede que dentro de unos años mi novela se llame los gatos«.

Por otro lado, Carmen nos habla de la relación madre-hija existente en su novela, en la que ambas no se llevan bien, no se conocen, no saben que en realidad son parecidas y alude al paso del tiempo ya que es tarde para enmendar el error. Una historia de cómo los personajes que se han relacionado con María José, que está al borde de la muerte, recuerdan su relación con ella, colmada de profunda reflexión con ellos mismo en la que nos preguntamos ¿Qué es la vida?

«Es algo que a menudo nos pasa con nuestros padres, que pensamos que éstos son un hombre y una mujer, un padre y una madre, y no les vemos la carga emocional y personal que han tenido. La relación entre padres e hijos es un poco injusta».

Su novela nos habla de muerte pero también de pequeñas muertes originadas por la cobardía, el miedo, la incomunicación, el abandono, la culpa o el silencio. Amoraga nos reafirma que vivimos en un mundo donde prevalece la prisa y las relaciones se establecen de manera muy superficial.

Le preguntamos sobre cuáles habían sido sus fuentes de información o puntos de inspiración para su desarrollo. Carmen nos ofreció su faceta más maternal confesándonos que sucedió durante su embarazo. «Me planteé cuál quería que fuese la relación que mi hija tuviese conmigo». A raíz de ahí, comenta que puso como modelo la grata relación que ella tiene con sus padres. «Pensé que siempre había ido a tiro hecho con mis padres».

A partir de esa relación, Carmen nos verifica que «nos relacionamos con nuestros compañeros de trabajo únicamente como compañeros de trabajo; con nuestra pareja sólo como pareja; con el amigo, como amigo».

Nos movemos bajo círculos muy estrechos en los que abordamos una única faceta y eso, en cierto modo, sí nos lleva a la incomunicación, en el sentido –como alude Carmen- de que «sólo nos vemos en el aspecto en el que nos relacionamos».

Es una novela que generalmente ha acogido un sentido más derrotista, que plantea la manera en la que los personajes dentro de sus dramáticas vidas, inquieren sobre la manera de sobrevivir, una reflexión interna en busca de la felicidad, «personas que asimilan un tragedia para recrearse en un mundo feliz».

Ambos comentaron la desproporción numérica que durante mucho tiempo se ha librado en la historia. La educación se ha negado al género femenino y eso ha impedido un posterior desarrollo aunque Eduardo Mendoza reseña que «eso se está corrigiendo. La literatura ha conseguido una admiración por igual y experiencia vital compartida».

Mendoza nos dejó ver una parte más íntima y personal al hablarnos directamente de él. «Los que nos dedicamos a la literatura hemos comenzado muy jóvenes, eso a menudo se compagina con otros trabajos hasta que llega un poco de suerte. Cada uno se desarrolla y se desenvuelve en su mundo»; «los escritores, escribimos porque no podemos evitarlo»- puntúa Carmen-.

Nos confesó que en la vida de los novelista hay etapas de apuros económicos. «Tengo una hipoteca y esa la tienen que pagar los lectores», pero que es una profesión en la que hay que arriesgar.

También señalaron que, cuando escriben, votan por una mayoría de público, escriben para engendrar la lectura y pretenden enriquecer a sus lectores.

Finalmente, cerraron con un breve inciso en el que congratulaban a la ganadora del Premio Cervantes Ana María Matute, y resaltaban que es la tercera mujer que lo ha recibido. Así como la relevancia del día 25 de noviembre, como Día Internacional de la Lucha contra la Violencia de Género.

«Me gustaría pensar que todavía estoy muy joven para el Cervantes, respecto al Nobel… ese ni me lo planteo», concluía Mendoza.

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