El interés por disfrutar de la función 'Don Juan Tenorio' en el Cementerio Central de Montevideo obligó a la organización a ampliar dos noches más la representación / Juan C. Romero

Los focos se encienden a las nueve de la noche para iluminar las gélidas esculturas de piedra de los panteones de un cementerio en Montevideo. Desde la noche de difuntos  hace las veces del camposanto sevillano donde transcurre el segundo acto de la obra Don Juan Tenorio. El éxito de la iniciativa, promovida por la Embajada de España en Uruguay, ha motivado la ampliación de la representaciones hasta el fin de semana.

 

Juan C. Romero/Agencias. Durante los primeros minutos de escena los cantes de Diego El Cigala pretenden acercar al numeroso público congregado en el corazón de un cementerio de Montevideo a la Sevilla del siglo XIX, donde se localiza la acción con el regreso de Don Juan tras su huída a Italia. El Central es un camposanto pequeño y coqueto, situado en un alto a orillas del Río de la Plata.

La tradición española de representar la obra de teatro «Don Juan Tenorio» de José Zorilla en la noche de Difuntos se celebra desde ayer por primera vez en décadas en Uruguay y con un cementerio como escenario para darle aun más sentido. En su interior, es la figura del escultor la  que guía  a los espectadores por  los diferentes espacios donde transcurre la trama.

La iniciativa de la Embajada de España y de la Institución Teatral El Galpón ha tenido tan buena acogida en Montevideo que las invitaciones para las cuatro funciones programadas en el Cementerio Central de la capital uruguaya se agotaron el primer día. Por ello, la organización amplió la representación -prevista desde el martes al viernes- a las noches del sábado y domingo, tratando de dar así aforo a los interesados que quedaron sin entradas.

El objetivo es «compartir y dar a conocer en Uruguay» la popular tradición española de representar dicha obra en la noche de los difuntos, señalaron a Efe los organizadores.

El espectáculo está centrado en escenas de la segunda parte de la obra, cuando Don Juan regresa a Sevilla cinco años después de su huida a Italia y visita la tumba de su amada, la novicia Doña Inés, que murió de amor.

Esas escenas transcurren originalmente en la obra en un cementerio y un panteón de Sevilla, en los que Don Juan pronuncia versos dedicados a su amada y donde se le aparece el espíritu del Don Gonzalo, el Comendador, padre de Doña Inés, que le anuncia que solo le queda un día de vida y debe arrepentirse para no condenarse.

La desgarradora voz de una saeta con toques de tambor  despide en el fúnebre marco a un atormentado Don Juan, de la mano de su amada Doña Inés, en el instante final de la obra. Uno de los versos más conocidos de esta parte dice: «mármol en que doña Inés/ en cuerpo sin alma existe,/ deja que el alma de un triste/ llore un momento a tus pies».

La obra publicada por Zorrilla en 1844 es una de las dos principales materializaciones literarias en lengua española del mito de Don Juan. La otra y más antigua es El burlador de Sevilla de Tirso de Molina.

Una saeta despide al atormentado Don Juan, de la mano de su amada Doña Inés, en la obra representada en el Cementerio Central de Montevideo / Juan C. Romero

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