Censura, formación, espacios escénicos y festivales. Estos son los elementos clave que descubren esta exposición de teatro independiente en Andalucía. Una muestra que se encuentra desde el pasado 27 de marzo en San Luis 37 y que permanecerá hasta principios de mayo.

Cristina Domínguez. El teatro independiente fue una corriente paralela al teatro burgués que surgió en la década de los 60 y que se inició como un movimiento en contra de la censura. Un intento de hacer otro tipo de teatro, más reivindicativo y de movimiento de masas, que motivara al público para que así el espectáculo, y el teatro en sí, cobrase vida.

De este modo, un grupo de jóvenes, entre los que se encontraban Andrés Lapeña, Amparo Rubiales, Rodríguez Buzón, Miguel Ángel Butler y Alfonso Zurro, entre otros, iniciaron una trepidante campaña del teatro por el teatro. Gracias a autores como Stanislavsky o Brecht, estos jóvenes actores comenzaban su formación a la vez que daban sus primeros pasos por el escenario. 

Los 60 y 70 fueron las décadas de compañías como las sevillanas Esperpento y Mediodía, la gaditana Carrusel o la cordobesa La Buhardilla que montaban espectáculos originales y con escasos medios, puesto que la supervivencia de los grupos de teatro independiente de la época era toda una empresa. La precariedad era el signo de identificación de este tipo de teatro.

Un teatro que en el afán de romper con lo tradicional, también buscaron unos espacios escénicos distintos. La calle, por ejemplo, se convirtió en muchas ocasiones en el escenario idóneo para representar la función. La creatividad y la imaginación se convirtieron en las dos armas fundamentales para inventar tanto vestuario como mobiliario para las representaciones.


Los bolígrafos rojos se convirtieron en el temor de todas las compañías que veían como sus espectáculos se venían abajo por al régimen


La gran protagonista de la época fue siempre la censura. Los bolígrafos rojos se convirtieron en el temor de todas las compañías que veían como sus espectáculos se venían abajo por al régimen. Y es que resultaba imposible la representación de una obra de teatro en la que se hacía apología de valores como la libertad de expresión.

Además, los festivales y las revistas como Primer Acto o Pipirijaina se convirtieron en un referente para los grupos que buscaban innovar. Los festivales, concretamente, fueron punto de encuentro de actores y dramaturgos que veían enriquecer sus ideas a partir de otras representaciones. Asimismo, los coloquios que se producían al final de las funciones contribuyeron, en cierto modo, a mantener vivo ese espíritu libertario y esa esperanza de acabar con la dictadura.

El teatro independiente ha marcado un antes y un después en este mundo del espectáculo, determinando, en cierta medida, el teatro tal y como lo conocemos hoy.

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