Lope_la_pelicula

Crítica. La película, dirigida por Andrucha Waddington e interpretada por un excepcional elenco de secundarios, defrauda con un ritmo tedioso y una evidente falta de imaginación en su puesta en escena.

Jesús Benabat. A veces, la publicidad nos juega malas pasadas y puede suscitar expectativas que, desgraciadamente, nunca se verán cumplidas. El caso del cine es paradigmático. Esas pequeñas joyas publicitarias que cuentan con la ardua tarea de condensar la trama de toda una película en apenas un minuto de montaje frenético, llamadas tráilers o videos promocionales, parecen discurrir en un complejo equilibrio entre el descubrimiento frustante de buena parte de las claves del film y su capacidad persuasora para que el espectador se sienta invitado a acudir al cine. Sin embargo, en muchas ocasiones, el tráiler rebasa con su acumulación de imágenes estratégicamente ordenadas el propio interés que una obra cinematográfica puede atesorar. Cuántas veces nos hemos sentido defraudados ante una película que prometía acción, comedia o drama a partes iguales en su promoción, y por el contrario no era más que una excusa vacía para recaudar nuestro dinero. Pues algo parecido a ese sentimiento es el que me ha dominado tras ver la película española del año, Lope.

A lo largo de estas semanas hemos estado expuestos ante un incesante martilleo promocional, especialmente televisivo, que nos aseguraba la calidad asombrosa del proyecto sobre la vida del dramaturgo del Siglo de Oro Lope de Vega, todo ello engalanado por música épica y escenas aparentemente apasionadas extraídas de la película. A ello, sin duda, también contribuyó el flamante anuncio de su presencia, por otro lado testimonial, en los festivales de Venecia y Toronto, dando muestras evidentes de la seriedad de la apuesta por parte de sus productores. Una gran mentira.

He de reconocer que, inicialmente, la película llamó mi atención y confié en su calidad a tenor del espectacular plantel de actores que la constituía, no obstante, y una vez visionado el primer cuarto de hora de metraje, te percatas de que esto no es más que una premisa para un nuevo proyecto español, fallido desde su concepción, en torno a un personaje histórico trascendental en nuestra cultura. Lope bien podría haber imitado a Las aventuras amorosas del joven Moliere, la ligera y atractiva apuesta del cine francés por una figura francamente similar interpretada de modo algo gamberro por Romain Duris, pero se queda a medio camino entre el mero relato de sus escarceos pasionales y la trascendencia de su planteamiento dramático. Finalmente, todo queda en un barullo inconsistente y desprovisto de cualquier ápice de originalidad.

Ambientada en el Madrid de 1588, la cinta nos presenta a un joven Lope recién llegado de la guerra, pobre y endeudado tras la muerte de su madre. Para escapar de su difícil situación decide escribir comedias sirviéndose de su evidente talento y técnicas dramáticas desconocidas en el país, por lo que no contará con demasiados obstáculos para enrolarse en la compañía de un dramaturgo veterano (Juan Diego) que pronto se sentirá amenazado por la juventud de Lope. Pero éste no se detendrá ante nada y agravará aún más sus problemas al sumergirse en un peligroso triángulo amoroso con la hija de su jefe (Pilar López de Ayala) y otra dama (Leonor Watling) a la que pretende un poderoso marqués.

Resulta desolador que el principal atractivo de Lope sea el descubrimiento progresivo de los grandes intérpretes que aparecen en pantalla, la mayoría en pequeños roles. Así, podremos disfrutar de Luis Tosar, Antonio de la Torre, Juan Diego, Jordi Dauder o Antonio Dechent, todos ellos ataviados con ropajes de época y barbas de algunas semanas. Es una lástima que su protagonista, Alberto Ammann, no esté a la altura de unos secundarios de excepción dando vida a Lope. El joven actor argentino, tras el enorme éxito de Celda 211, por la que consiguió el Goya al Mejor Actor Revelación, no logra confeccionar un personaje atractivo, redondo; suscita una sensación permanente de falta de plenitud o credibilidad, probablemente contagiado por el escaso espíritu de la cinta. La réplica eficaz la aporta Leonor Watling, en mi opinión, siempre brillante, y Pilar López de Ayala, correcta en la mayor parte de sus películas (y especialmente en Las 13 Rosas).

Lope discurre con ritmo cadencioso, aburrido y sin grandes destellos visuales para ser una superproducción. Su director, Andrucha Waddington, no se complica en demasía a la hora de filmar un ambiente de época bien recreado aunque con una evidente falta de imaginación estética. Cuando los créditos aparecen sobre la pantalla negra, el recuerdo muere, intrascendente, sin ni siquiera un poso de desasosiego o signo de haber vivido una experiencia fílmica; muy al contrario, sientes una extraña alegría por que esta haya finalizado, como un producto más de usar y tirar.

Me pregunto dónde queda ese aire épico que tan empecinadamente anunciaba a bombo y platillo la cadena de televisión que produce la cinta. Si esta es la mejor película española del año, mal vamos.

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