En el teatro Távora, a las 21:00 horas, se da cita a todos los andaluces que siento su tierra y que unen cada una de las existencias pasadas para hacerse una identidad propia. Una vez más y con la ayuda de La Cuadra de Sevilla este espectáculo  de Salvador Távora, sale adelante y con mucho éxito.

Carmen S. Cantos. Vamos buscando alguna indicación para llegar a tiempo al teatro. Rosi me va contando las referencias que tiene acerca de Salvador Távora. Cada vez me siento más privilegiada de sentarme en una de sus butacas. Sentadas a ras del escenario, pienso que casi puedo tocar a las personas que actuarán, este hecho me da buenas vibraciones.

Al sentarnos, nos fijamos en todo. Una gran pantalla se encuentra enfrente de nosotros, en unos podios situados a cada lado de la pantalla hay una hormigonera, que me lleva a pensar, abajo en escena cinco sillas debajo de la pantalla. A cada lado de todo esto hay de maquinaria, que tiene dos puntas metálicas en forma de cuernos de toro, pero a la vez lleva mosquero, como si de un caballo se tratase.

Sin saberlo, dos butacas hacia la derecha, sentado muy cerca de mí, se encuentra Salvador Távora. Lilyane Drillon sale del escenario y nos anuncia que al final del espectáculo se realizará una charla coloquio entre el público, los actores y el director. Con anterioridad y tras haber leído el  folleto que contenía el programa, me hago de algunas ideas. Comienza nuestra historia en los tartessos.

Se apagan las luces, comienza el espectáculo

Apoyados por un medio audiovisual, dos de las componentes de La Cuadra de Sevilla, son las primeras en aparecer en escena portando en su manos un tallo con flores rojas para dejar las a los pies del mismo público y se sientan en su respectiva silla. De aparece una chica con puntas de ballet, trae un jarrón en su manos. Reúne  los dos tallos, los ponen su jarrón y se los lleva.

No quiero relataros cada uno de los recuerdos que parece mi memoria, porque se hiciera le quitaría toda la emoción que tiene ver el espectáculo. Tras esto la representación de los tartessos. María Távora sale a bailar, sus pies, su manos, su cara, etc. en un huracán de puro arte al compás de nuestra música.

En escena un caballo, blanco, de crines y cola larga, que gira en la representación del paso del tiempo. Desde romanos, pasando por musulmanes y llegando hasta los Reyes Católicos. Jaime de la Puerta hace que este bello animal parezca un bailaor más a nuestros pies.

Cante, cante a palo seco, como único instrumento la voz. Ana Real nos sorprende que una vez más con ese enorme torrente de voz. Se nos eriza el bello y comenzamos a sentirnos identificados con cada palabra que ella dice.

Rememoramos aquellos tiempos, antes de la Guerra Civil, en la que España, en una época de República y de muchos cambios políticos, se mantenía como podía misma. Agricultores, ganaderos, nuestras tierras quedaban lo mejor de sí mismas. Los dos hombres de la camisa naranja nos deleitan con sólo por sus pies, ese taconeo no tiene precio.

Represión y rebeldía, y un llanto. La voz de Concha Távora nace de sus adentros y con ella el sentimiento andaluz. Sus palabras no tienen dueño y calan en el alma de cada una de las personas que lo presenciamos.

La Guerra Civil, no deja indiferente a nadie. Se oye el himno de los legionarios, en la pantalla se nos presentan imágenes de Franco, y de soldados que dieron la vida en esta batalla. Los dos bailadores salen a escena con movimientos a la par, como si de dos ejércitos hermanos se tratara. Finalmente cada uno acaba enganchado a las maquinarias de los laterales.

Allí entregan su cuerpo al público, como los soldados lo entregaron por unos ideales durante la guerra civil. La imagen de una mujer que engancha en la botonadura de la camisa naranja una flor y sutilmente esboza una lágrima nos recuerda con tristeza a cada caído.

Cante, cante del dolor. La voz nos muestra que pase lo que pase hay que seguir adelante. Esta vez acompañada de las guitarras, nos apasiona y nos dé la cara con la historia. Esa historia que a veces no queremos ver o que lo olvidamos pero que siempre está ahí.

Ahora, una de las imágenes que sin ser una gran muestra artística, ha conseguido que más de la mitad del público se llegue a echar a llorar. Un mocito, de los aquella época, con su traje de chaqueta, el mejor que tiene su armario, hace la maleta y se marcha. Se ve marchar a un lugar mejor, emigración.

De la maleta saca un despertador, el tiempo de su Andalucía, mientras oímos a Juanito Valderrama cantar ‘En Tierra Extraña’, vemos en este personaje reflejado a un hermano, a un tío, a un abuelo, compadre, etc. También ‘Concha Pique’ nos trae aires de nostalgia con aquella Nochebuena en Nueva York.

Ese personaje recoja su maleta y se va. Tras de él, uno de los bailadores, como si fuese una de sus familiares, lo mira y se entristece. Despedido ser querido por un tiempo indefinido no debe ser nada fácil. Este bailaor hace que la conciencia nazca, la conciencia de ser andaluz, la conciencia de cambio, la conciencia de ser lo que somos.

Un paseo por la historia de los primeros sindicatos de trabajadores, del parlamento, de las manifestaciones del pueblo andaluz, de saber que la Mezquita de Córdoba no la hicieron los árabes, sino los andaluces musulmanes, que la catedral de Sevilla no le hicieron los católicos sino los sevillanos y andaluces de aquel tiempo.

Ya tenemos conciencia de ser un pueblo. Pero no basta sólo con tenerla, hay que cultivarla y mimarla para que se mantenga con nosotros. Todos a una voz canta el himno Andalucía.

Tras una lluvia de aplausos, y la despedida del espectáculo, Salvador Távora llega escena dispuesto a dar comienzo al coloquio. Nos pide alguna sugerencia, o dato que pensamos que podría ser relevante para el espectáculo. Cada cual su opinión, pero su palabra resuenan en la sala.

Coloquio:

“Este espectáculo cuenta una historia de Andalucía, una historia común a todos, una historia más general. Pero todo está ahí.

“ En estos momentos, estos espectáculos son muy oportunos, en estos momentos tan revueltos, tan difíciles, tan conflictivos. Donde toda la historia está llegando a una especie de final, una especie de democracia.”

“ Es bueno recordar, aunque a veces no queramos, para saber dónde estamos, lo que somos, dónde venimos, y dónde hemos llegado. Sobre todo de dónde venimos, por eso yo pienso que el arte y la conciencia de todos nosotros debe  contribuir  a eso, no a enagenar, sino a ensalzar la conciencia de ser andaluz”

Gracias Salvador.

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