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Hay ocasiones en que el cine vuelve a ser lo que fue. El francés Philippe Lioret ha sido uno de los últimos en conseguirlo con su magnífica ‘Welcome’. En Sevilla sólo podrán verla en el Cine Alameda, en una sala que ayuda a recordar grandes películas del pasado y que, con un poco de suerte, la compartirá con una decena de espectadores más.

Ángel Espínola. ‘Welcome’ muestra el utópico camino de Bilal, un joven irakí procedente del kurdistán, en su sueño por llegar hasta Londres, para reencontrarse con su amada Mina. Ni que decir tiene de la dificultad de la hazaña. Lioret muestra como su peregrinaje se topa con la aún xenófoba cultura occidental. Bilal es retenido en Francia escondido en el camión que le llevaría a su destino. 

En el país galo sufrirá toda una serie de represalias por su condición de inmigrante. Sin ayuda de ningún tipo y siempre vigilado de cerca por la policía, Bilal decide cruzar el Canal de la Mancha a nado, para alcanzar la orilla británica. Y en su intento se encontrará con la inestimable ayuda de su monitor de natación, que lo apostará todo por él para olvidar las penas de su reciente divorcio.

Xenofobia, represión, incomprensión, son valores que muestra Lioret con una delicadez extrema. La lucha por el sueño de Bilal es una metáfora de las miles de almas que se quedan en el camino de conseguir una vida mejor. Ni con la ayuda acérrima del monitor, que lo convertirá en un gran atleta, el joven inmigrante podrá salvar las dificultades de su campaña. Lo que ocurre en Francia, bien podía extrapolarse a tantos países europeos que se hacen llamar democracias.

Una película fácil de dramatizar, es en este caso tratada con un realismo que llega a desagradar, por  asemejarse tanto a la hipocresía occidental que a diario ocultamos. Choque de culturas en el que se adentra un original argumento capaz de emocionar por su propia dulzura. En pocos filmes como estos la música podrá jugar un papel tan neutro como lo hace en ‘Welcome’,  que se muestra tímida incluso en los momentos más trágicos.

Un acierto sin duda pasearse hasta la Alameda para ver una película que, sin grandes ambiciones de taquilla, cambiará un poco la conciencia de esa escasa decenas de espectadores que se atrevan a disfrutarla. Con esta película no se reirá ni llorará, pero aprenderá una buena y necesaria lección.

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