Un monólogo, pero muchas interpretaciones las que realiza Francisco Vidal en 'Vía Dolorosa'/Alejandro Espadero

En una minúscula y recóndita sala del Teatro TNT-Atalaya, el impresionante actor Francisco Vidal, pone en acción el texto del dramaturgo inglés David Hare, en el que narra su viaje a Israel. Frente al monologuista, apenas una veintena de espectadores anónimos, observan desde las gradas plegables y sin respaldo, las experiencias de un viaje por la Vía Dolorosa.

Ángel Espínola. David Hare se atrevió a viajar a Israel, a petición de Stephen Daldry, director del Royal Court Theatre (y posterior autor de Billy Elliot), y allí encontró una realidad muy distinta a la occidental. Su premeditación era crear una obra de teatro. Más de 13 años después, Francisco Vidal en ‘Via Dolorosa’, lleva a escena su magnífico texto. Gran mérito el del actor, que se pasea en solitario por la  buhardilla que los del TNT han acondicionado a modo de teatro con ocasión del FeSt.

Acompañado de cinco fotografías y de un iluminado sillón, Vidal va mostrando sus dotes de experto intérprete a la par que va soltando por su boca, siempre con el tono y el ritmo adecuado, toda una lección de historia y sociología. De la obra se sale entendiendo mucho más el conflicto israelí-palestino. Pues el texto de David Hare no sólo cuenta el proceso de ambas facciones, sino la opinión de los propios habitantes de la zona.

Las sensaciones que despiertan sus viajes por Gaza, Jerusalén, Tel aviv o Hebrón son muy dispares. Aunque haya un monólogo, la obra está plagada de conversaciones con actrices de teatro, escritores como Vasilli Grosman o incluso colonos judíos en Palestina. De todos los lugares la conclusión es siempre la misma; ni judíos ni árabes, ni laicos ni cristianos, ni palestinos ni israelíes están dispuestos a llegar a un acuerdo para solucionar el conflicto.

El actor hace una pregunta a todos sus entrevistados, ¿Qué se puede hacer?, y a ella nadie sabe contestar. Unos se aferran a sus creencias, otros simplemente no lo saben, pero nadie puede eximirse de la complejidad que entraña el conflicto, todos sienten la tierra en la que viven. Más de hora y media se lleva Vidal cambiando su tono de voz y haciendo memoria para que la interpretación no pierda ni un mínimo detalle, ni una sola palabra puede quedarse sin decir.

El texto es muy extenso, quizás demasiado. El espectador que no conozca el conflicto de antemano tendrá difícil seguir el argumento de la obra y es probable que acabe más feliz en el territorio del aburrimiento. Pero bastarán unas pequeñas ideas sobre el problema, para salir más consciente de la importancia que tiene aquella zona oriental, que tanto ha significado a lo largo de la historia.  Vidal acaba con la reflexión que le manda el texto de Hare: ¿Luchan por pierdas o por ideas?.

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