‘Bodas de sangre’ se ha representado en el Teatro Central entre el 13 y el 31 de enero, coproducción entre el CAT (Centro Andaluz de Teatro) y el CDN (Centro Dramático Nacional) con la dirección de José Carlos Plaza.

Miguel Ybarra Otín.  Se pregunta el director José Carlos Plaza al escribir sobre su montaje de ‘Bodas de sangre’: “¿puede realmente cualquier nacido en la miseria luchar contra su destino ya trazado por esa circunstancia? O un ser que desde su nacimiento está contaminado por una sociedad fanática, conservadora, asustada y por lo tanto endurecida por una moral vetusta, profundamente inculta y sin necesidad e inquietud para el desarrollo de la mente, ¿podría y tendría armas para luchar contra ese futuro al que obviamente le están conduciendo?”.

Escribió Federico García Lorca la obra en 1933, ambientada en los desérticos campos de Almería, en tierras yermas reflejadas ahora en el escenario que pisan grandes actores y actrices sin decoración, sin interiores de casas, sin tiestos ni guitarras, sin navajas. Simplemente con la fotografía de un suelo desértico y pedregoso en el que se abre una enorme grieta como metáfora de la tragedia que en el mundo lorquiano parece natural: el triste desenlace que se intuye desde las primeras palabras, que se siente aunque el día sea de fiesta. La tierra se abrirá en cualquier momento para llevarse la vida de quien la pisa.

Con vestuario a medio camino entre aquellos y estos años, la obra se centra en el texto -total fidelidad al mismo- y en las interpretaciones: grandes todos, Noemí Martínez (novia), Luis Rallo (novio), Consuelo Trujillo (madre de él), Carlos Álvarez-Novoa (padre de ella), Israel Frías (Leonardo), Olga Rodríguez (mujer de Leonardo) -todos, por cierto, andaluces-, y así todo el reparto, que junto en la fiesta de la boda realiza una pequeña coreografía -sin baile- dirigida por Cristina Hoyos.

Si la obra en sí misma ya es universal, José Carlos Plaza recalca o acentúa esa característica con este montaje como atemporal aunque -como buen clásico- de total actualidad. Lo hace sin modernizar la dramaturgia, dirigiéndose a la pureza del texto.

Ese texto en ‘Bodas de sangre’ como en ‘Yerma’ o ‘La casa de Bernarda Alba’ nos habla de la fatalidad cuando en el pueblo se esconde la verdad para guardar buena fachada y rigen la mentira, el silencio, la imposición de convenciones y normas sociales con las que el hombre (hombre y mujer) coarta su propia libertad.

Hoy, pasado el tiempo de bodas arregladas, releemos a Lorca en esta coproducción del Centro Andaluz de Teatro con el Centro Dramático Nacional y a propósito de la cual José Carlos Plaza continúa: “Esta locura irracional en la que vivimos y aceptamos como irremediable no podría ser el nuevo campo de la tragedia?”.

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