Compartiendo todos un sencillo escenario: muebles y sillas que pueden ser oficina, casa, bar o consulta del médico, según hablen los personajes. Muebles marrones, papeles amarillos: un mundo sin mucho color, sin alegría, como el vestuario de la joven pareja (Manuel y Sofía: Hernán Grinstein y Magdalena Grondona) que quiere amarse pero discute, como las dos mujeres y el viejo que comparten trabajo e igual incapacidad para amar o ser amados.
Es el trasfondo del día a día que refiere un texto con momentos brillantes, algunos de ellos cual destellos de humor. Y unas personas que en ocasiones no son dueñas de sus propias vidas: Héctor, el viejo (José María Marcos), ha de escribir un discurso a los dos meses de la muerte de su madre; ante las dudas de cómo expresarse, pide ayuda a Sandra y Moni (Melisa Hermida y Daniela Pal), que terminan escribiéndolo con un final en el que comprometen al propio Héctor -que admite- a continuar la labor de la madre como cocinera y amante de los animales. Es ésta una broma, pero no lo es que Moni pase a quedarse a dormir en la oficina al perder la casa. Que el día a día sea una sucesión de obstáculos en el camino hacia la felicidad. Que quienes nos rodean coarten nuestra libertad.
Son reflexiones sobre el texto de Claudio Tolcachir, autor y director, un poco en la misma línea de su anterior ‘La omisión de la familia Coleman’. Ahora, de nuevo de gira por España con su bonaerense Teatro Timbre4, nos trae esta linda obrita (80 minutos) de teatro: que deja escenografía e iluminación para sólo acompañar el (buen) trabajo de actores: también es esto puro teatro.