Según la RAE, la aduana es una oficina pública, establecida generalmente en las costas y fronteras, donde se controla el movimiento de mercancías sujetas a arancel y se cobran los derechos que estas adeudan.

‘Aduanas de agua’ es el título del poemario de Juana Ríos, editado por Huerga y Fierro editores, en el que los aranceles de la vida toman forma de ausencias, rupturas, cambios de etapas que sobrevienen a pie cambiado y que se pagan con la moneda de la nostalgia.

Y es que la nostalgia es el sentimiento imperante de estas páginas, versos de una musicalidad excelsa que suenan a fados y en donde la poesía estalla como forma de posicionamiento ante el mundo a través de hermosas imágenes con las que la poeta desglosa su mirada de escapista: “Una mujer, piel de ventanas abiertas frente al mar, / lanzó muy lejos una mirada de escapista”.

Sin embargo, en Juana Ríos la nostalgia parece un territorio confortable, “como una herida con un dolor dulce”, la prueba fehaciente del hecho de estar vivo: “Yo sé de dolores, / de pérdidas, de desgarros. / Heridas que nos hablan / del triunfo de estar vivos, / del regalo del amor, / de los sueños que no tienen miedo”. El dolor es, pues, un dolor consciente que esconde una voz que lucha y una tristeza llena de fuerza, de supervivencia.

El trabajo de su verso parte de la observación, todo está dispuesto para ser captado, asimilado, como un orden natural de las cosas. Y así, los elementos de la naturaleza cobran un papel fundamental en ‘Aduanas de agua’, no son meramente elementos decorativos o referencias geográficas del entorno habitado por la poeta, sino que la poesía de Juana Ríos no podría ser entendida al margen de esta naturaleza que nutre decisivamente sus versos y aposentan al sujeto poético frente al mundo.

Esta forma de emplear lo natural, de fundirlo con la vida, recuerda a menudo a la poesía de Claudio Rodríguez, donde la realidad visible no es sino un trampolín para acceder al mundo más elevado. La naturaleza está dotada de una pureza no sofisticada donde cada elemento es lo que tiene que ser. Dice Claudio Rodríguez: “La mañana no es tal, es una amplia / llanura sin combate, casi eterna”. Para Ríos, “los dedos de sol de la mañana / reptan las paredes de mi casa, / yo los miro avanzar muy despacio sobre los muebles”. Todo mantiene un equilibrio en la naturaleza, es como tiene que ser, nada pierde su sentido ni se aleja de sus roles.

Encontramos en ‘Aduanas de agua’ a una poeta que bebe de las fuentes de la tradición literaria clásica, no en vano el poemario está lleno de tópicos latinos como el tempos fugit, el locus amoenus o lo que los simbolistas franceses llamaron “goût du Paradis”, como un paraíso asociado a lo infantil con el que Juana Ríos nos muestra la añoranza por el paraíso perdido de la infancia.

Este paraíso infantil expuesto en Aduanas de agua se asocia con una forma distinta de tratar la naturaleza, seguramente una naturaleza distinta a la que en otros poemas motiva su inclusión. En este caso, esta naturaleza viene más marcada por un mundo rural y representada en forma de patios o jardines, como ya hiciera Machado en muchos de sus poemas, (“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”).

Dice el poema ‘Una niña en el jardín’: “En el naranja dulce de los nísperos / se esconde el sol perezoso del atardecer”. De la misma forma que en los poetas simbolistas (Baudelaire, Verlaine…), la inocencia se convierte en el rasgo infantil que más destaca en estos poemas, como en el poema titulado ‘La parra’: “Hay una niña que ríe, baila sobre el empedrado, / corre tras una nube viajera de otoño. / Hay un estremecimiento en el corazón, / esponja roja, arcilla de barro que tiembla, / un beso que sabe a fruta, a regaliz y castañas.”

Ante este paraíso perdido de la infancia vuelve a aparecer la nostalgia a través del uso de la antítesis, como sucede en el poema ‘Memoria’: “En la azotea de tu infancia / canta un pájaro junto a tu boca, borracho de primavera / aferra su pequeño cuerpo / a tu mejilla de niña. Todas las canciones nadan en la música dorada / que vive en tus ojos, / sin recordar los caminos al mar”. También, como en José Hierro, la infancia es el territorio de los sueños.

La gran referencia en cuando a los poemas amorosos del libro la encontramos en Cernuda, el proceso de la ausencia amorosa es un proceso cernudiano que se identifica que se identifica con aquellos versos de ‘Donde habite el olvido’: “Donde habite el olvido / en los vastos jardines sin aurora”. Si antes decíamos que los jardines, la naturaleza, se adueña en el poemario del paraíso perdido de la infancia, los poemas amorosos donde la ausencia late podrían identificarse como jardines sin aurora, llenos de un dolor consciente ante un sentimiento yaciente.

Con ‘Aduanas de agua’, Juana Ríos demuestra que la poesía es una forma de habitar el mundo dando cuenta de él, observándolo, interpretándolo, comprendiéndolo, para, de alguna forma, hacerlo más habitable, porque aunque todas las aduanas exijan su arancel, puede que éste sea un justo precio que demuestre que el maravilloso hecho de estar vivo siempre exige algo.

Nace en Cádiz en 1981 y estudia Filología Hispánica entre la UCA y la UNED. Actualmente dirige los talleres de Escritura Creativa de El fontanero del Mar Ediciones. Organizador del festival poético...