La colección presenta una distribución geográfica muy amplia que va desde Andalucía, hasta Colombia

La Muestra, que puede verse hasta el próximo 28 de febrero de 2010 en el Museo de Artes y Costumbres Populares, forma parte de las 6.300 tarjetas de la colección adquiridas por la Consejería de Cultura en 2008.

Sevilla Actualidad. Esta semana, el delegado de Cultura, Bernardo Bueno, presentó la exposición ‘La imagen viajera’. Una muestra que presenta una selección de 157 postales de entre finales del siglo XIX y la década de los años 20 del siglo XX, seleccionadas por su temática y sin atender a la representación geográfica, de más de 6.300 que ya adquiriera la Consejería de Cultura el pasado 2008 a Adrián González Turnes para el Museo de Artes y Costumbres Populares.

La colección presenta una distribución geográfica muy amplia que va desde Andalucía, hasta Colombia, pasando por Filipinas, Marruecos y Venezuela, entre otros países. Asimismo, la temática de la colección es variada, mostrando fiestas, conmemoraciones, actos públicos, edificios singulares, instalaciones, trabajos del campo y de la industria, actividades comercia-les, vistas panorámicas, medios de transporte, equipamientos domésticos y urbanos, escenas de calle, en zonas rurales y urbanas.

Esta variedad permite al Museo contar con un soporte gráfico de gran valor para documentar formas de vida y usos tradicionales de carácter preindustrial que, en la mayoría de los casos ya han desaparecido, pero que son el antecedente de las que practicamos hoy día.

Referencia histórica

Las tarjetas postales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX evocan la pasión por la poder de la imagen, etnografía de salón, proyección internacional de los Estados, así como promoción turística y comercial. La tarjetografía postal aúna dos fenómenos: la fotografía y la comunicación postal que a finales del siglo XIX entrelazaron sus caminos.

La tarjeta postal nació con el objetivo de facilitar un sistema de comunicación más barato entre personas que se encontraban alejadas unas de otras. En 1886 y 1887 se regulariza en España el tamaño, calidad, forma y color de las tarjetas para que puedan ser editadas por particulares y muy pronto, en la década de los 90, se permite el añadido de una imagen en el anverso que, al no ocupar toda la extensión de la postal, deja lugar para escribir un breve mensaje, mientras que el reverso se reserva para anotar el destinatario.

A partir de ese momento, cambió la consideración y dimensión del fenómeno de las tarjetas postales y lo que fue un sistema de comunicación pasó a convertirse en un fenómeno cultural pluridimensional de consumo.

Muy pronto, otras entidades de carácter público, la mayoría del ámbito de la cultura y del patrimonio artístico, adoptaron la misma estrategia y vieron en la edición de tarjetas postales un sistema que les podía suponer una fuente de ingresos, un mejor servicio a sus usuarios que demandaban un recuerdo visual de la visita y, sobre todo, un apoyo a la difusión del patrimonio y una forma de recabar mayor interés por parte de otros públicos potenciales.

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