Hablar de poesía es hablar de imágenes, sonidos, sensaciones; palabras que estallan y nos sacuden; o que nos seducen y nos arrebatan el aliento. Versos que van de la calma al estado de ebullición. La poesía (in) completa de Daniel Torres se alza en este imperio sensorial de altos y bajos, de sorpresa y emoción. El poemario está dividido en diez partes, en el que destaca lo que se considera la poesía homoerótica, y que, particularmente, definiría como poesía erótico-amorosa. Confluyen así dos temas principales: la nostalgia del amor, ese amor separado por la distancia; y el sexo puro y duro, sin artificios ni decoros. A estos se les suma otro grupo de versos en donde se expone una divinidad humanizada, el amor a Moma, la añoranza y el recuerdo.

Merlín, constituye el primer grupo de poemas. Destacaría la crudeza de las palabras, el descaro al desnudo. Intervienen tres elementos muy llamativos: la espada de Merlín con sus claras connotaciones sexuales, un santo grial lleno de semen, y Lorca; una sucesión de poemas en donde se goza de una orgía ultrasónica a la que se le suman personajes de la talla de Whitman, Gottfried, Passolini: “[…] Es el tiempo de bebernos el Grial / Él será conquistador de mis ínsulas / Caballero del semen / Rosa Mística oficiará nuestras bodas / Somos dos hombres (en el 80 de manera que permite y anula las armas) / con una espada entre los dos”. Un homoerotismo erudito que juega con la carne de la palabra, al igual que en Poemas de Ohio y de otras partes: Un compendio de poemas diversos que combina la rutina diaria como Ya son las 7 con otros de carácter homoeróticos sin nada que ocultar, sin pelos en la lengua. Destaca Clavándote: “Méteme tu verga por los ojos, nariz y boca. / Pásamela por entre las nalgas / bajando por la espalda lentamente / clavándome de golpe hasta el ñame […]”. Palabras sin pudores ni disfraces; tan claras y explícitas que te dejarán con la boca abierta. Es esa tal vez la reacción que busca Daniel Torres: asombrar, sacarnos de la cursilería poética y presentarnos una más visceral; mostrar la transparencia de la sexualidad en su esencia primigenia.

Estas alusiones sexuales están ligadas a otro grupo de poemas que van más allá del cuerpo físico, nos adentra al espiritual, a esas llamadas de cariño y ternura que despiertan el sentir de un poeta que ha amado mucho pero que ha perdido también: De Efe (una crónica del desamor), aquí el descaro inicial del poemario se suaviza con alusiones al amor perdido y al recuerdo, observable en títulos como: Esta madrugada o Espero tu carta, entre otros, aunque también se exterioriza la decepción y el sufrimiento: No compartimos o Gabriel; y en esta misma línea evocadora entran los Siete poemas de cariño, los cuales nos sumergen en la suavidad de la nostalgia, de aquello que se tuvo y ya no está, con la grandiosidad que la memoria le concede al espíritu. Narrados en pasado y con un lenguaje de andar por casa, llano e inspirador al mismo tiempo; al igual que en Invasión de Ternura. Aquí además se recurre al fenómeno de escritura para aliviar la desazón, la cual acerca la distancia y hace más sufrible la separación sentimental. El amor se halla fuera de descripciones carnales y pasa a un plano tan casto como sensible. “Es la primera vez / que mi cuerpo se guarda / para alguien. / Se aplaca el deseo / y se contiene como dique // Esperando paciente / la otra cara del mañana / cuando Carlos regrese del futuro”.

Daniel Torres nos lleva de la mano por los pasillos de su alma, y nos impregnamos de los aromas de cada verso, visualizamos sus sentimientos y nos metemos en ellos, invadiéndolos física y espiritualmente, como en De Bellaqueras, una combinación entre amor y deseo, un anhelo febril que se expresa de manera soterrada. Un deseo triste, evocador de un amor añorado que busca llenar un hueco. La soledad, la búsqueda insaciable del amor o tal vez de uno mismo, la tristeza del desencanto que se llena tan pronto como se vacía: “Buscamos / dando vueltas por las plazas / debajo de los carros / y en la mesa de enfrente / por las paredes / ese cansado olor a deseo”. Se advierte la madurez sentimental del poeta que busca algo más que el capricho libidinoso de un instante: lo quiere todo, busca el todo y no lo encuentra.

En otro plano poético distanciado del amor, el deseo y la nostalgia, se entra en Fusilado Dios, que ganó el Segundo Premio de Poesía del PEN Club de Puerto Rico en el 2000. Aquí, la adoración, la incomprensión y la blasfemia se juntan en un solo verso para dejarnos fuera de órbita. Aparece el lado más espiritual del poeta: una espiritualidad abierta a polemizar: “[…] la descarga fue breve / despertando el fantasma / de su manto rasgado / hermoso era / avergonzó a todos / alguien vio un ángel luminoso / echarse a llorar sobre el polvo / del pubis de dios/ era mujer (asombro de voces) / pero hacía el amor como cualquier hombre”. Se habla de un dios pecador, y se abren cuestiones existencialistas o rezos a la inversa; un dios muy humano que, si bien se aleja de las típicas adoraciones nos muestra una cara más cercana, más carnal y accesible. Un dios creador como creador es el artista, el poeta que crea de la nada la palabra, el verbo hecho carne. Un dios poeta humanizado y conciliador.

Y de la espiritualidad pasamos a una poesía hogareña con Una carta y cuatro poemas para Moma. Esa Moma que todos hemos tenido en la vida: una madre, una abuela… una mujer que ha estado ahí para velar por nuestro bienestar. De nuevo se recurre a la añoranza de un alguien que ya no está entre nosotros. “Volver a la Isla / un año después de ti, / Moma querida. // Cruzar ese charco de un extremo / a otro del Caribe manso / que reverbera allá abajo […]”. Las palabras en almíbar nos llevan a una mujer trabajadora, cariñosa y sabia. A esas mujeres imprescindibles en la vida de todo ser que pasan como héroes disfrazados en cuerpos deteriorados y ojos rebosantes de amor y alegría.

Por último nos embarcamos en Seis poemas italianos, en donde se hace un recorrido por Portofino, se pasa una tarde en Génova, o se vive un campeonato mundial de fútbol frente al Palazzo Ducale, o en lugares tan dispares como “el callejón de las dragas”. Porque a pesar de estar en “la maravilla que es Europa”, y estar rodeado de una belleza arquitectónica aplastante “perdido en las calles de Italia en el codo a codo”, los versos continúan con esa añoranza amorosa, ese vacío sentimental del que ahora se huye y del que tampoco se escapa.

Por todo ello, En (El) Imperio De (Los) Sentidos, de Daniel Torres constituye una obra redonda y perfecta, para nada incompleta. Un poemario que abarca treinta años de poesía, de vida. Un discurso poético que narra una sucesión de momentos conectados con la realidad, la conciencia del amor, el deseo. Lo que encontramos en este libro son las emociones en sus diferentes versiones, desde la más erótica e impúdica hasta la más nostálgica y espiritual. Las aristas del deseo y la soledad despuntan en sus diferentes vertientes. Daniel Torres aparece como un orfebre capaz de modelar en cada uno de sus poemas la palabra más pronunciada de la historia: el amor. Detrás de esos versos de soledad y abatimiento se vislumbran un rayo de esperanza, un recuerdo que calienta el corazón; un deseo voraz por recobrar lo que una vez se tuvo. Una reflexión intimista que queda reflejada en unos versos de belleza perturbadora.

Daniel Torres nació en Caguas, Puerto Rico, en 1961. Es Catedrático de Español y Estudios Latinoamericanos en Ohio University. Sus publicaciones incluyen: dos novelas, Morirás si da una primavera (1993), Premio Letras de Oro 1991-1992 De la Universidad de Miami, y Conversaciones con Aurelia (2007); un libro de cuentos, Cabronerías: Historia de tres cuerpos (1995); un libro de crónicas, cuento y poesía titulado Mariconerías: Escritos desde el margen (2006) y los poemarios contenidos en este libro. Fue Premio Nacional de Poesía del PEN Club de Puerto Rico en 2009. Su poesía ha sido incluida en El límite volcado: Antología de la generación de poetas de los ochenta (2000), en Mariposas: A Modern Anthology of Queer Latino Poetry (2008), y en la Antología del Colectivo Literario Homoerótica (2012).

Como crítico literario ha publicado ensayos y libros sobre poesía hipanoamericana colonial y contemporánea. Su más reciente investigación ha sido Dulce canoro cisne mexicano: La poesía completa de Carlos de Sigüenza y Góngora, volumen publicado en Barcelona en 2012.

Idioma original: Español

Año de publicación: 2013

Valoración: Muy recomendable