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Los hijos de Enrique Morente inauguran la Bienal

La Bienal no defraudó en su ignauruación, ofreció al público cuatro horas de espectáculo en el que el cante, como no podía ser de otro modo, fue el protagonista.

Tras la subida del telón, la imagen de Morente arrancó los primeros “olé” a un público expectante. La expresividad de su cante consiguió traspasar la pantalla y emocionar a los asistentes. A partir de ese instante y durante esas cuatro horas en las que viajamos por Granada, Sevilla y Nueva York, desfilaron por las tablas del Teatro de la Maestranza varias generaciones de cantaores para hacer revivir al público no sólo la música, sino también el sentir y el pensar morentiano. Alfredo Lagos y Dani de Morón fueron los encargados de acompañarlos a la guitarra. Javier Latorre e Israel Galván pusieron la pincelada de baile.

Fueron tantos los momentos que los artistas, generosos, ofrecieron, que el público no pudo resistirse a romper en aplausos en cada nueva intervención. Esa Amargura en las voces de Estrella y Soleá, un maravilloso contraste entre la contundencia de la primera y la delicadeza de la segunda. El solo de baile, voz y silencios de Israel en el público pudo ver a Morente. La entrada de Juan José Amador que ya causó revuelo desde que inició el paseillo y que no defraudó en su perfecta simbiosis con Proyecto Lorca. Las guitarras de Alfredo Lagos y Dani de Morón, magníficas en el acompañamiento y en los solos.

La maestría de Carmen Linares, señora del cante. El contrapunto de Tomás de Perrate y el Pájaro. La frescura del pequeño de la saga Morente. El Yo poeta decadente de Árcangel y el Pequeño vals vienés de Silvia Pérez Cruz, dos magníficas versiones. El desgarro de El Pele que, como siempre, hizo que el teatro se viniera abajo en cada una de sus apariciones. El cante A Oscuras de Estrella a Israel que ninguno de los allí presentes olvidará. La saga Morente, Estrella, Soleá y Enrique cantando al legado de su padre, un legado que es un patrimonio de un valor incalculable para el flamenco.

Así abría la Bienal el telón de 23 días más de intensa actividad flamenca en espacios escénicos y lugares emblemáticos de la ciudad como El Alcánzar, Santa Clara o el Palacio de San Telmo, pero también en sus calles y rincones.